Miquel Oliver posa para este diario en la Facultat d’Educació de la UIB. | M. À. Cañellas

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El decano de la Facultat d’Educació de la Universitat de les Illes Balers (UIB), Miquel Oliver, recibe a este diario el día que arranca la Selectividad. Está convencido de que los futuros profesores impulsarán una «revolución» educativa.

El prestigio y la autoridad de los docentes está más en entredicho ahora que hace tres décadas ¿A qué se debe?
—A una crisis de las profesiones que a nosotros nos afecta todavía más. En el libro La cuarta vía del cambio educativo se analiza la innovación educativa desde la Segunda Guerra Mundial y los autores explican que los países que están en la cuarta vía han vuelto a profesionalizar a los docentes para tener una enseñanza de muy buena calidad. Esto pasa por tener una gran formación inicial, profesionales empoderados y equipos docentes cohesionados.

¿En qué fase nos encontramos?
—Soy culpable de la desprofesionalización de los docentes porque entonces aposté por la Ley Orgánica General del Sistema Educativo de 1990. Desmontamos las asociaciones de profesionales y los movimientos de renovación. Volverlo a reconstruir cuesta. La ley educativa balear es un poco paternalista. Estamos en el punto de dar un paso más allá, por ejemplo, con el Col·legi Professional de Docents que está costando tanto sacar adelante. A la Administración le da miedo que los docentes tengan cierto poder. Creo que hay que superarlo y confiar y reclamar responsabilidades a los profesores. Estoy convencido de que llegaremos a la cuarta vía y ya está habiendo coordinación entre centros de una misma comarca. Los docentes deben diseñar la educación en los centros.

¿Las pruebas de admisión a los grados de Infantil y Primaria buscan recuperar el prestigio?
—Totalmente. Tienen que ir asociadas a otras medidas de atracción para personas que no se hubieran interesado por la docencia, pero que sí les puede interesar. Crearemos unas aulas de matemáticas, ciencias y arte donde se combinarán estas clases y actividades para alumnos de Secundaria y Bachillerato para enseñarles otra visión de la docencia. El objetivo es buscar talentos. Además, las pruebas de admisión tienen un efecto disuasivo importante.

Pasar de un sistema memorístico a otro basado en competencias y proyectos genera dudas. Una parte de la sociedad lo cuestiona porque se cree que rebaja el nivel ¿Qué le parece la crítica?
—Por suerte es una tendencia ir hacia una educación que se base en evidencias. Si queremos cambiar una metodología tradicional, memorística y de clase magistral, por otra diferente hay que hacerlo bien. Muchas veces cambiamos por moda, sin analizar y formar. La Fundació Jaume Bofill y Ivàlua han estudiado el efecto positivo que tiene trabajar por proyectos de manera excelente. Da buenos resultados. Eso no quiere decir que no se pueda combinar esto con la clase magistral.

¿Por qué califica de «modélico» el cambio educativo de los jesuitas?
—La privada y la concertada están a años luz de la pública en innovación y cambio metodológico porque les va el negocio. Tienen mucha capacidad para hacer equipo docente. Los jesuitas consultaron al asesor Xavier Aragay para ver como podían transformar su educación. Con un equipo analizaron qué pasaba en el mundo y decidieron que había que hacer trabajo por proyectos. Está demostrado que este método no perjudica a los alumnos a la hora de ir a la Selectividad. Si consigues motivar a los estudiantes para que se interesen por el conocimiento y les das herramientas para aprender, sin descuidar la memorización y la clase magistral, estarán preparados.

En Las falsas alternativas, Ani Pérez advierte de que la enseñanza se está convirtiendo en un dispositivo laboral centrado solo en valores prácticos que olvida otros básicos como el conocimiento.
—Hay una tendencia de la escuela de mercado y la privatización. Escuela 42 es un ejemplo de lo que podría pasar con la universidad, que es la que peligra más. Son empresarios de la informática y los videojuegos que se juntan para formar a gente y pasan de la universidad. Sus cursos no tienen validez, pero al acabar tienen trabajo asegurado. Debemos preguntarnos hasta que punto es necesario reinventar la educación para que no se pierdan los valores al margen de producir y ganar dinero. La conferencia de decanos de Medicina está trabajando para poner pruebas de admisión y buscar a gente que tenga valores y no máquinas de querer hacer dinero. Las grandes corporaciones que se están creando entrarán en el pastel de la educación porque quieren asumir el papel que ha tenido el Estado, controlar lo que tiene que saber la población.

Pero se vende como innovación.
—Totalmente de acuerdo. Soy un gran defensor de que tenemos que partir de lo que tenemos y mejorarlo. Doy clases en el máster de formación de profesorado y estoy convencido de que el relevo generacional que viene lo tiene muy claro. Harán una revolución educativa.

¿Qué retos tiene la Facultat?
—Como prioridad, el doble grado de Infantil y Primaria, porque mejorará la formación. Confiamos que de aquí a dos cursos tengamos un grado de Ciències de la Activitat Física i l’Esport. Ahora solo está en el CESAG y la academia de Rafa Nadal ha anunciado que lo implantará. También queremos consolidar las transformaciones que estamos haciendo. El proyecto Implica’t lo estamos experimentando en dos grados. Se trata de juntar asignaturas para reflexionar sobre la profesión. Además, estamos trabajando en tener profesores vinculados, como en Medicina. Buscamos tener plazas para que docentes puedan ejercer en una escuela y en la universidad a la vez. Explicar en la universidad cómo es un centro es algo que los alumnos valoran.