El joven sirio, en Palma, posa para la entrevista. | Jaume Morey

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Tan solo tenía 13 años cuando Ramadán Alshik abandonó la ciudad siria de Idlib en busca de un futuro mejor. Dejó atrás la guerra y el hambre que acontecía en ese momento. Era 2011 y todavía recuerda 400 cuerpos muertos en mitad de una calle. Su primera parada fue Turquía. Allí pasó tres años y pico hasta que, en un periplo infernal, recalaría en 2016 en Mallorca con su mayoría de edad. Asegura que él y siete más fueron los primeros refugiados sirios en ser acogidos en las Islas.

Ramadán, que ahora tiene 25 años, rememora con cierta tristeza los primeros meses, en los que las condiciones no eran las mejores. «Cuando llegamos a España nos dijeron que nos iban a ayudar, pero fue mentira. Cada día comía lo mismo, durante seis meses, y la ayuda que nos daban era de 50 euros». «Da rabia ver las ayudas que dan a los ucranianos por ser blancos y rubios. ¿Qué diferencia había con nosotros? ¿Que Ucrania es una parte de Europa? A mí no me gusta diferenciar entre gente», se cuestiona.

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En Cruz Roja dice que observó un «cambio bestial» con la llegada más abundante de refugiados sirios, con familias y niños, en 2016: «Buen trato, más variedad de comida, otorgaban teléfonos y empezaron a habilitar pisos», dice Ramadán. Él y sus siete compañeros estuvieron alojados en el centro de acogida de s’Arenal durante medio año, «los peores meses de mi vida», matiza. Ramadán tiene una mirada profunda y desconfiada. «A mí me han hecho buscarme la vida desde que nací», reflexiona. «Yo sé que sigue habiendo familias sirias, que llegaron después que yo, en pisos de acogida pagando 250 euros. Yo no tuve esa ayuda, he vivido en habitaciones compartidas donde pago 400 euros».

Su trayecto

Sus planes pasaban por llegar a Alemania pero un amigo le dejó tirado a última hora. Esto sucedió en los primeros años en Turquía. Sin dinero, se ofreció a conducir una patera porque así no se tenía que costear el viaje. «No tenía ni idea. Tenía que llevar a mucha gente a Grecia y si me pillaba me podían caer hasta diez años. Cuando se acercó la policía a la barca, yo me tiré al agua y nadé hasta la costa». El movimiento internacional Media Luna le llevó a un campo de refugiados hasta que Ramadán obtuvo el permiso para entrar en los programas europeos de acogida.

Ramadán, en s’Arenal en 2016, justo a su llegada a la Isla.

En Mallorca lleva algo más de seis años. Se ha buscado trabajo, vivienda y una estabilidad que le permite ayudar a su familia en Siria. «Ahora mi objetivo es comprarme una casa y seguir trabajando».
El joven es incapaz de olvidar todo lo que ha vivido, pero se muestra enfadado por el trato hacia ucranianos: «No creo que esté bien».