Las voluntarias les dan de comer por la mañana y por la noche.    | Pere Bota

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Rosa dice que los gatos «son ángeles sin alas». Hace cinco años que cuida, de forma ininterrumpida, de los felinos callejeros localizados en distintas colonias legales de Palma. Una de las más numerosas, donde puede haber más de cien gatos, se ubica en sa Riera. Aquí hay cerca de diez guardianas que los custodian y protegen día y noche. Rosa acude a tres puntos clave con familias felinas. De cinco y media a 21.00 horas, la podremos encontrar en el polígono de Son Morro, en el parque de sa Riera o al lado del Burger King Can Domenge. «Está Mofletes, Reina, Chiqui o Dory. Mi admiración por estos animales es de toda la vida. Siempre he tenido gatos y perros», dice. Muchas voluntarias llaman a la solidaridad de los vecinos de esta zona para proteger a las colonias felinas legalizadas por el Ajuntament.

Por ejemplo, solo en la calle Joan Dameto hay más de 80 gatos. Allí Irina les protege desde hace 10 años. «Todo el dinero lo aporto yo. En total, tengo dos colonias legalizadas. Estos animales están castrados y los llevamos al veterinario si enferman», explica esta vecina, de 43 años y originaria de Ucrania. Como la normativa municipal requiere de tres personas identificadas como responsables de cada colonia, en estas de Irina están su marido y otra compañera. Compagina su trabajo con el cuidado de los felinos. «Hay que ser una persona responsable y estar con ellos siempre como si nos cuidáramos a nosotros».

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Rosa regenta tres colonias entre Son Morro y la zona de sa Riera.

Guardianas de los gatos callejeros

Irina lleva diez años cuidando de los felinos en la calle Joan Dameto y en el parque sa Riera. 

Pandemia

Maribel y Rosa son socias en unos cuantos territorios gatunos. Durante la pandemia, los voluntarios pudieron continuar con su solidaridad a medias: «Teníamos permiso de Son Reus para ir cada día a alimentarlos, pero como el parque de sa Riera cerraba, tuvimos que saltar las vallas», reconoce Irina, quien asegura que, gracias a eso, ningún gato se quedó sin comer. Rosa se gasta una media de 200 euros al mes en el cuidado de estos animales de compañía. Irina, unos 600 euros. A pesar de que las voluntarias asumen todos los gastos, sí que cuentan con servicios gratuitos en Son Reus, como castrarlos o desparasitarlos. «Los gatos nos conocen a todas. No quiero parar si mi economía y mi enfermedad –sufre artritis reumatoide desde hace 12 años– me lo permiten». Son hijos para todas ellas. Y los vecinos conocen a la perfección quiénes son estas guardianas. «Los vecinos de Son Cotoner están muy contentos. Nosotras dedicamos mucho tiempo. Lo que pedimos es que se apunte más gente a ser voluntaria».