Uno de los últimos pacientes de la casa Socorro. | Archivo

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Cuentan los que peinan canas que cuando «de pequeño te daban una pedrada te mandaban a la Casa de Socorro». Ubicada en la plaza de Santa Eulàlia de Palma, en una esquina ahora ya olvidada entre el trajín de turistas, se encontraba lo que muchos coinciden en señalar como el primer centro de salud con servicio de urgencias de Mallorca. La fisonomía de la ciudad era por entonces muy diferente a lo que se conoce ahora. La Casa de Socorro la fundó el que fuera alcalde de Palma en 1868, Manuel Mayol Bauzá, en las dependencias del Ayuntamiento, aunque tuvo varias ubicaciones dentro de la misma plaza. Al principio, y hasta 1924, cuando los vecinos lamentaron su cierre, también hubo una especie de sucursal en el arrabal de Santa Catalina.

El investigador de historia de la ciencia Joan March recuerda que hasta entonces la asistencia sanitaria corría mayoritariamente a cargo de la iglesia y apenas se disponía del Hospital Provincial (que pasó a llamarse General). «Fue a mediados del siglo XIX cuando se crean las instituciones de beneficencia, con la llegada de los liberales a las administraciones». Las Casas de Socorro eran dispensarios municipales donde se atendía a la población. Se construyeron o habilitaron en locales de capitales de provincia y prestaban primeros auxilios a pobres y expósitos, enfermos o heridos.

En la historia del de Palma, los expertos consultados coinciden en señalar otro nombre relevante: Emili Darder. Nombrado alcalde en diciembre de 1933, fue el encargado de darle un impulso para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Darder dotó el dispensario central del Ajuntament de los servicios de rayos X, de maternología y de infancia. De hecho, en el fondo documental del Instituto Nacional de Estadística se recogen los servicios prestados en las diferentes Casas de Socorro existentes en el Estado. Por señalar un año, y para ver el volumen de sus actuaciones, en 1946 en Palma se asistieron a 4.381 personas y otras 1.335 a domicilio. Hubo, por ejemplo, siete partes de abortos asistidos y se vacunaron 276 personas. «Se trataba de partos que terminaron en aborto, y de la vacunación de antes de que se llevara a los colegios», especifica Joan March.

A punto están de cumplirse 25 años del cierre del dispensario. En el centro, el alcalde de Palma, Joan Fageda, junto con quien fue regidor y conseller de Sanitat, Francesc Fiol. En segundo plano, Josep Pomar, entonces subdirector de Atención Primaria.

Los médicos que los atendían trabajaban junto a practicantes, más conocidos como ATS, y parte de su salario corría cargo de los consistorios. «Después se sacaban un sobresueldo ofreciendo una tarifa plana mensual para quien quisiera tenerles disponibles las 24 horas. Se les llamaba igualas porque era el mismo precio para todo el mundo», explica el investigador. Esta planta baja en la plaza de Santa Eulàlia se convirtió en toda una institución. «Recuerdo que mi abuelo, pescando, enganchó con su anzuelo la oreja de otra persona y se fueron andando del Portitxol hasta allí», explica Xisco Bisquerra. «A los seis o siete años me caí de uno de los cañones del Consolat y me llevaron allí a darme puntos», señala Santi Viedma, que también fue usuario del centro. Y es que toda la atención sanitaria urgente terminaba en este rincón de la ciudad. «Era imprescindible en ese momento en que la salud estaba en fase primigenia», recuerda Gonzalo López Nadal, hijo de Manuel López Ruiz de Azagra, uno de los médicos titulares que allí trabajaron.

«Ahora, sobre todo con lo de la pandemia, se echa de menos por sus resultados inmediatos pese a los pocos medios que tenían. Todo era más humano. Tendría sus lagunas, con intervenciones no del todo profesionales, pero se hacían lo que se podía». Su padre, y los facultativos del dispensario, debían ser expertos en medicina general, «tenían que saber de todo». Esta familia vivía en la misma plaza, por lo que recuerda bien aquellos años, «era como una extensión de casa». En su memoria sigue la anécdota de «los borrachos encerrados en un furgón, que iban allí para recibir una cura inmediata.

Así eran las consultas de la Casa de Socorro de Palma.

Y es que a partir de 1952 a todos los etílicos recogidos en la vía pública se les trasladaba para hacerles un reconocimiento antes de ser ingresados en el calabozo. Otro alcalde de Palma, Ramón Aguiló, emprendió la tercera y última reforma que vería la Casa de Socorro. Pero con la actividad en aumento en Son Dureta y la apertura de los primeros centros de salud en Palma allá por 1985, le quedarían pocos años para seguir subiendo la persiana.

El cierre, en 1997

El actual gerente de Son Espases, Josep Pomar, era un joven subdirector de Atención Primaria cuando la Casa de Socorro empezó sus años de declive. Su cargo dependía entonces del INSalud, pues la sanidad todavía era competencia del Estado. Pomar recuerda que esos años se empezaban a desplegar los primeros ambulatorios por los barrios de la ciudad. Y «el 1 de abril de 1991 se abrieron tres PAC en Palma: el de Arquitecte Bennàssar, que después pasaría a s’Escorxador; el de Santa Catalina que después se iría a Son Pizá y Escola Graduada que ya existía pero pasó a la atención continuada», explica. Se inauguraba, además, en Esporles, el primer centro de salud de la Part Forana.

La gestión sanitaria no era sencilla porque entonces «había diferentes colores políticos en las instituciones». Las infraestructuras sanitarias iba a cargo del Estado pero era el Ajuntament quien debía señalar y ceder los terrenos. Las nuevas Urgencias de Atención Primaria se toparon incluso con una huelga de médicos que rechazaban las guardias para cubrir la atención continuada. Sin embargo, finalmente, el modelo cuajó y los ciudadanos empezaron a acudir a los PAC. «La Casa de Socorro se quedó con muy poca actividad y un coste muy elevado», recuerda Pomar.

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El farmacéutico e investigador Joan March.

Y es que «siempre es por temas de financiación», advierte Joan March. «Los consistorios asumían muchas cosas más allá de sus competencias y tenían que sacar dinero porque no lo recibían de Madrid», señala. En 1997, Joan Fageda llevaba siete años en la alcaldía de la ciudad y decidió su cierre. «Se quedó vetusto, el servicio no reunía las condiciones higiénicas que ya requería la época», rememora. «Fueron los mismos médicos que trabajan allí que nos lo pidieron», explica ahora. «La gente lo lamentó, pero ya no iba».

El apunte

El testimonio del doctor López Ruiz de Azagra

Apenas existe un documento escrito dedicado íntegramente a la Casa de Socorro de Palma. Lo redactó uno de sus médicos, Manuel López Ruiz de Azagra, y se centró en los años 1901-1950, cuando dio un mayor servicio. El libro recoge anécdotas y un inventario de la gran variedad de pacientes y casos que llegaron a atenderse en sus consultas. Tiene dos prólogos, uno del autor que emprendió este reto para el recuerdo duna vez jubilado y otro de su hijo, Gonzalo López Nadal, quien reconoce ahora que «es el trabajo más bonito que he hecho en vida» y eso que fue profesor titular de Historia Económica en la UIB. «Tenemos muchas anécdotas. Recuerdo cuando llamaba a la ambulancia para recogernos cuando pinchábamos una rueda del coche o cuando mi padre retiró la fotografía de Franco, dos días después de morir».