El especialista Antonio Arrivi, momentos antes de la entrevista. | Jaume Morey

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Llevaba tal nivel de trabajo que, desde que se jubiló, le cuesta adaptarse al tiempo libre. Antonio Arrivi (Cartagena, 1951) llevaba 23 años siendo el jefe de servicio de Oncología de la Clínica Rotger, aunque también le conocieron pacientes de Son Dureta y de Son Llàtzer, entre otros.

Se jubila en plena pandemia, ¿cómo han sido estos dos años?
— Se han retrasado muchos los diagnósticos porque no daban síntomas o eran muy leves, y la gente ha tenido miedo a salir. Tenemos la idea de que cuando hace metástasis, se desarrolla en otros órganos, presenta muchos síntomas pero no siempre es así. Lo que no hemos dejado de hacer son tratamientos, y vacunar a gente inmunodeprimida.

Desde que empezó a ahora se diagnostican muchos más tumores cancerígenos.
— Por las herramientas diagnósticas radiológicas. Inicialmente el TAC no existía y te ayuda a encontrar lesiones pequeñas.

También ha habido una revolución en los tratamientos.
— En biología molecular se ha mejorado muchísimo. Antes los patólogos miraban por microscopio, veían cambios, y señalaban el cáncer. Ahora se pueden tipificar las moléculas de este tumor para tratarlas con medicamentos específicos contra esta diana. La implosión de la inmunoterapia es fabulosa.

¿Y qué es exactamente?
— Las células tumorales les ponen un freno a las defensas y la inmunoterapia lo quita para recuperar el control.

¿Qué importancia tiene la investigación en su campo?
— Participar en ensayos clínicos es una obligación de todos los servicios de oncología, también lo hacíamos en la clínica privada. Es la única manera de progresar en este campo pero es la actividad que más tiempo consume.

¿No lo echará de menos?
— Claro que sí, –ríe–. La oncología se ha complicado tanto que necesitábamos una actualización continua. De hecho en la sanidad pública se especializan sólo en una patología.

Se ven más tumores pero la supervivencia también crece.
— Por los avances diagnósticos terapéuticos, por tratamientos sistémicos y también por la participación de otras cirugías, radioterapia, radiología intervencionista… Son tratamientos en áreas localizadas que hacen que las lesiones no progresen.

¿A día de hoy metástasis ya no es sinónimo de fallecimiento?
— Correcto. De hecho hay enfermos que han vivido con metástasis tres años, es habitual en ciertos tipos de tumores.

¿Y en calidad de vida?
— También. Una de las cosas que más me han llamado la atención es que antes los pacientes que estaban en metástasis tenían desnutrición. Gracias a los tratamientos el tumor deja de segregar las sustancias que hacían que la gente no tuviera hambre.

¿Cuáles son los tumores más complicados?
— El de páncreas siempre es más agresivo por la localización anatómica, porque puede crecer sin dar síntomas iniciales y porque no responde a ningún tratamiento sistémico. En todo tipo de tumores los hay más agresivos. Pero siempre hay porcentajes.