Pedro de Montaner sujeta su libro en la impresionante biblioteca de Can Vivot. | M. À. Cañellas -

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Pedro de Montaner (Alacant, 1950) es doctor en Geografía e Historia por la Universitat de Barcelona. Fue director del Arxiu y de las Biblioteques Municipals de Palma hasta su jubilación en 2016. Acaba de publicar 'Gente de la calle. Orígenes y evolución del caso de los chuetas, judeoconversos mallorquines'.

¿Una obra más sobre la cuestión ‘xueta’?
— Hay muchos estudios sobre el tema, pero siempre me ha interesado. Es una cuestión muy singular, difícilmente explicable desde unos parámetros normales. He intentado explicar por qué el fenómeno de los xuetes no se da fuera de Mallorca. No hay nada parecido en la Península, por lo menos importante.

¿Y cuál es la conclusión?
— La cuestión xueta no es un problema religioso ni racial. Es un problema de prejuicios sociales que surge de la propia sociedad mallorquina. No es una manipulación por parte de las élites ni es un fenómeno importado.

La explicación tradicional es que había grupos que se dedicaban a la usura y de ahí la inquina de una parte de la población.
— Los judíos ricos eran socios de las élites económicas. Por tanto, difícilmente éstas iban a ir contra sus socios. Por tanto, no fueron las élites económicas las que promovieron la animadversión a los xuetes. En siglos pasados, todo el mundo pagaba a crédito. Y los acreedores no eran bancos, sino particulares. También había xuetes que tenían deudas con particulares cristianos. Los problemas crediticios los tenía la gente más modesta.

También se ha dicho que fue un fenómeno propio de Ciutat.
— Otro tópico. Es un fenómeno más problemático en la Part Forana. Hay pueblos que no quieren que los xuetes vivan allí, como por ejemplo Binissalem.

¿Por qué 15 apellidos ‘xuetes’?
— Desde la segunda mitad del siglo XVI, hubo 15 grupos de familias que querían diferenciarse del resto de judeoconversos. No querían integrarse en la sociedad cristiana, cuando la mayoría sí lo había hecho, pero no todos los que han llevado esos apelativos descienden de los grupos originales. Los hay que descienden de los esclavos que servían a esas familias y tomaron sus apellidos. Familias xuetes prohibieron los matrimonios no sólo con cristianos, sino con otros judeoconversos. Este comportamiento no era exclusivo de los xuetes. También lo practicaban algunas familias botifarres, que de ningún modo querían emparentar con otros grupos de la nobleza.

Pero contra los ‘xuetes’ hubo autos de fe, una persecución...
— Sí, los autos de fe de finales del siglo XVII fueron especialmnente traumáticos porque se descubrieron grupos que continuaban con las prácticas judaizantes y eso era un delito capital que podía acarrear una condena a muerte. Hay algunos xuetes que intentaron huir y otros se defendieron asegurando que no practicaban ningún rito judío. Pero un 90 % fueron reconciliados, es decir, renegaron del judaísmo y acabaron siendo más beatos que los propios cristianos para demostrar que su conversión era real.

No obstante, se pedían pruebas de limpieza de sangre.
— Sí, y las exigían los gremios, no las élites económicas. Las pruebas de sangre perduraron hasta después de las Cortes de Cádiz de 1812. Sin embargo, cédulas de Carlos III en el siglo XVIII ya habían prohibido el uso de la palabra xueta, lo que no significa que no se organizaran acciones populares contra ellos, incluso en el siglo XIX. Tras la Guerra Civil, toda esta manía popular contra los xuetes fue diluyéndose y aparecieron los primeros matrimonios mixtos.

¿La calle Argenteria es un resto de todo aquello?
— La concentración de negocios en esa calle no fue una obligación. La concentración obligada de judeoconversos en calls desapareció a finales del siglo XV.

Los ahora vivos seguimos recordando insultos a compañeros en el colegio e incluso alguna boda que rompió familias porque una parte era ‘xueta’ o ‘cristiana’.
— Bueno, a mí también me insultaron en el colegio por ser de una familia botifarra. Y también se ha insultado a los forasters.