Carmen y García y Joan Bauzà viven su amor otoñal. | P. Pellicer

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Carmen nació en Valverde del Júcar, en Cuenca, hace 80 años, enviudó joven y su vida laboral la dedicó a cuidar a personas mayores, es muy charlatana y sonríe todo el tiempo; Joan ya ronda los 86, nació en la localidad de Sant Joan, pero se trasladó a Palma de niño, trabajó como agente inmobiliario y, como buen mallorquín, es más ‘para dentro’. Han vivido la mayor parte de su vida en Palma, pero hasta que no coincidieron en la residencia Llar d'Ancians, gestionada por el IMAS, sus caminos no se cruzaron. Dos polos opuestos destinados a encontrarse... y a enamorarse.

«Nunca pensé que viviría una situación así a mi edad», confiesa Carmen ruborizada, que lleva una década viviendo en la Llar d'Ancians. «Tuvo que llegar ‘el nuevo’ para cambiarme la vida», dice. Joan, por su parte, cuenta un poco sorprendido que él se trasladó a la residencia hace tan solo nueve meses «para morir», cansado de vivir solo y tras el confinamiento que, asegura, «me costó mucho soportar. La casa se me caía encima. Sentirse solo es la peor de la sensaciones. Lo que nunca pensé es que volvería a tener ganas de vivir y, sobre todo, de enamorarme de nuevo», apuntilla.

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La pareja, en un momento de la entrevista. Foto: P. PELLICER

Amor a los 80

En lo que no terminan de coincidir es en cómo nació su relación. Como un par de adolescentes, eso sí, con arrugas y canas, Joan asegura que se fijó en Carmen un día que ella se fue de paseo; ella, en cambio, recuerda que le preguntó a una auxiliar que «por qué ‘el nuevo’ comía solo, que lo trajera a su mesa». Sí coinciden en que las conversaciones más profundas se iniciaron este verano, durante las largas charlas que tenían después de cenar, a la fresca, en el jardín de la residencia, y cómo les marcó su primera salida por Palma juntos, que terminó pasada por agua. «Si no te molesta la lluvia, algo hay ahí, ¿no le parece?», pregunta el octogenario.

Contra todo pronóstico, llevan varios meses juntos y van tan en serio que se están mudando estos días a la misma habitación. Su historia de amor le ha llegado de tal manera a los trabajadores de la residencia, testigos silenciosos del nacimiento de esta relación, que les han pedido que sean los protagonistas de la tradicional felicitación navideña de la residencia.

Carmen y Joan, protagonistas de la felicitación de Navidad de este año. Foto: Llar d'Ancians

Como apunta Apolònia Binimeli, directora del centro, «si la historia de Carmen y Joan ayuda a descubrir que una residencia no es un lugar donde morir, sino uno donde vivir nuevas experiencias, nos damos por satisfechos. Necesitamos noticias así, la pandemia ha sido dura para todo el mundo. Imagínese para nuestros residentes».

El apunte

Las residencias, un año después

La pandemia del coronavirus ha cambiado la forma de trabajar, recibir visitas y relacionarse en las residencias de Mallorca. El año pasado, los residentes no podían salir y las visitas de familiares y amigos estaban muy restringida, ahora no hay límite. Pueden recibir las que quieran y cada día, con cuidado y distancia. Además, los familiares pueden sacar a los residentes, por ejemplo, para comer o pasar unos días en casa. Eso sí, sí están más de 72 horas fuera, deben hacerse una PCR antes de volver a la residencia.