Cosme Bonet y Santos Cerdán, con el puño en alto. | E.Queirolo

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El PSIB se encomienda a Francina Armengol casi con la misma devoción con la que el exministro del Interior Jorge Fernández Díaz se encomendaba a la Virgen Nuestra Señora Santísima del Amor en sus afanes ministeriales. La líder socialista balear ha conseguido concitar más unidad y esperanza de triunfo que ningún otro dirigente del PSIB a lo largo de su historia moderna. Ni hay debate interno sobre el liderazgo de la secretaria general ni Aina Calvo ha aspirado a competir con la referente del PSIB con el apoyo de Pedro Sánchez ni Armengol está cansada. Son tres mantras que repite en bucle el PP y que este fin de semana se han diluido en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia.

Armengol es más líder que nunca y eso es muy bueno para el PSIB. Es el mejor valor con el que se pueden presentar a las elecciones con la intención de sumar nuevos votantes que se quedan en la abstención. Este PSIB ha hecho un viaje al centro pareciendo más de izquierdas que nunca. La líder de los socialistas adelantó este domingo cuál puede ser su discurso en ese periplo que debe acabar en victoria: la identificación del partido con el país. «Somos el partido del país», dijo. Es una línea política muy parecida a la que empleó Gabriel Cañellas y a él le fue muy bien. Es el único presidente que se ha sentado en cuatro ocasiones seguidas en el Consolat, aunque una de ellas fuera por muy poco tiempo.

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Armengol ambiciona, como mínimo, a hacerlo en tres ocasiones. Esa aspiración a ser el partido hegemónico de la izquierda es legítima, pero a la vez es complicada porque puede darse el caso de que los votos le lleguen de sus socios, por lo que se encontraría con el juego de suma cero: lo que uno gana lo pierde el otro. Esa solución, que todo quede igual, ya les iría bien a los tres, pero para eso hay que conseguir que los socios no caigan tanto que la suma no sea cero, sino menos tres diputados.

Armengol es más líder que nunca y eso es un problema para el PSIB. Lo será, sobre todo, si esos tres diputados caen al otro lado de la red. Los hiperliderazgos son extraordinarios para los partidos porque anulan el debate y evaporan las crisis internas, pero son un problema enorme cuando el líder cae sin haber preparado el relevo. En el PSIB lo saben, están encantados con Armengol, que es la gran locomotora del partido, pero han visto en sus propias filas qué pasó cuando se fueron Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. Por eso se encomiendan a Armengol con la esperanza de que gane las elecciones por ellos y sea la solución y no el problema.