Aitor López y Dayana Tasiguano con el pequeño Maverick, de tres meses. | Jaume Morey

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Maverick solo tiene tres meses, pero es todo un luchador, «un jabato», dice Aitor, su padre, orgulloso. Llegó antes de tiempo, el pasado 10 de agosto, mediante una cesárea de urgencia que duró tan solo 10 minutos, en el paritorio de Son Llàtzer. Su madre sufrió una colestasis intrahepática gestacional, una enfermedad que pueden sufrir las embarazadas, y que afecta a la liberación de la bilis a partir de las células del hígado. No es peligroso para las madres, pero sí para los bebés. Para Maverick, venir al mundo unos meses antes, era cuestión de vida o muerte.

«Le oí llorar, me lo mostraron de lejos y se lo llevaron. No pude ir a verlo hasta pasadas siete horas. Para entonces estaba intubado y en coma», recuerda Dayana, su madre. «La primera semana nos comunicaron que no sabían si iba a sobrevivir; a los 15 días nos hablaron de lesiones graves; la tercera semana no estaban seguros de si podrían quitarle el respirador; la cuarta semana decidió que quería vivir», explica.

Prematuros

El nacimiento prematuro de Maverick ha traído secuelas, en forma de epilepsia y una lesión cerebral, aunque los médicos todavía desconocen el alcance. «No saben si le afectará al habla o al movimiento, pero es un milagro que esté con vida. Nuestra vida ha cambiado, pero estamos contentos», apuntilla Aitor.

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Familias y el personal del servicio de Neonatología de Son Llàtzer se han dado cita este miércoles con motivo del Día del Niño Prematuro. FOTO: Jaume Morey

El caso de Maverick no es único, ni mucho menos. Bien lo sabe Ana Filgueira, doctora en Neonatología en el hospital de Son Llàtzer. «En el último año hemos atendido 150 niños prematuros en el servicio, los que llegan después de la semana 28, porque esos casos son derivados a Son Espases. Y aunque puede parecer una cifra alta, no lo es en absoluto. Hemos detectado un descenso de dos en puntos en la tasa de prematuridad, hasta el 5 por ciento. Quizá se deba a la pandemia. Muchas mujeres han pasado el embarazo en casa, teletrabajando, y evitando factores de riesgo como el estrés, cuidándose», apunta Filgueira.

En este sentido, recuerda que el 80 % de los recién nacidos prematuros sobrevive, algunos con secuelas, pero muchos viven una vida normal. «Pero hay que llamar la atención sobre ese 20 % que no lo logra. Ni la COVID-19 tiene semejante tasa de mortalidad. Hace falta prevención y una inyección económica para seguir investigando», recalca la doctora.

Nuevas vidas

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Apol·lònia Mas, con su hija Laura, María (en brazos) y su cuñada y enfermera de neonatos. FOTO: J.Morey

Apol·lònia Mas sostiene feliz a María, su hija de cuatro años, otro de esos bebés milagro del hospital. Era su segundo embarazo, estaba tranquila, pero a las 27 semanas sufrió una rotura prematura de la bolsa amniótica. Tuvo que guardar reposo, pero tres semanas después tuvieron que practicarle una cesárea. La pequeña pasó 39 días en la UCI. «Fue un mes terrorífico, pero el apoyo del equipo de neonatología nos lo hizo todo muy fácil», apunta.

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Senci Gordo y Xisca Noguera, con la doctora Ana Filgueira, Rosa y Ana.

Misma opinión comparten Senci Gordo y Xisca Noguera, madres de las gemelas Rosa y Aina, que nacieron a las 32 semanas, pesando 700 gramos y un kilo y medio, respectivamente. «Rosa tenía un crecimiento intrauterino retardado, algo habitual en un parto múltiple. Tuvieron que practicar una cesárea. Aina tuvo problemas respiratorios y Rosa era tan pequeñita... Imagínese la situación, con los miedos típicos de unas madres primerizas, y por partida doble. Fueron 47 días en la UCI neonatal, y cuando nos fuimos sentíamos la separación de todo el equipo. Este es su nivel de implicación», concluye la pareja.