Bartomeu Llinàs, fotografiado en la escalera de Ca n’Oleo, sede del Consell Social de la UIB.    | Teresa Ayuga

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Bartomeu Llinàs (Esporles, 1952) es el presidente del Consell Social de la Universitat de les Illes Balears (UIB) desde enero de 2020, poco antes de la pandemia. Con una amplia trayectoria como docente, inspector y en las instituciones educativas, Llinàs explica en esta entrevista las funciones del organismo que ahora preside y reflexiona sobre cuestiones relacionadas con la actividad universitaria.

¿Qué es el Consell Social de la UIB y para qué sirve ?

—A nivel estatal, los consejos sociales universitarios están regulados desde 2001 y, a nivel autonómico, el Consell Social de la UIB fue creado por una ley específica autonómica de 2003. Empezó a funcionar en 2004 y su función es la de establecer la colaboración de la sociedad con la UIB, que la sociedad sea consultada cuando tenga algo que aportar en cuanto a funcionamiento, nuevos estudios y visión de futuro de la Universitat.

Por decirlo de alguna manera, no empezó usted con buen pie. A los dos meses de su nombramiento, pandemia y confinamiento.


—Sí, al principio nos fuimos todos a casa y empezamos el trabajo telemático. No fue fácil. El Consell Social no lleva un gran trabajo de gestión, pero su actividad es brutal. Como presidente, tengo una secretaria y no damos abasto. He pedido otra persona.

¿Quienes integran el Consell Social?


—Somos un total de 22 personas, incluyéndome a mí, el rector, la gerente de la UIB, la secretaria general y representantes del Govern, Parlament, consells insulars, Ajuntament de Palma, profesorado, alumnado, personal no docente, los sindicatos UGT, CCOO y STEI, Pime, CAEB y cámaras de comercio. Pese a esta representación, no somos un parlamento. Somos un espacio donde nos reunimos para mejorar la relación y la comunicación de la UIB con la sociedad. Las decisiones se toman por mayoría o asentimiento. No entramos nunca en una dinámica de disputas. Si hay alguna cuestión conflictiva, la dejamos para más adelante hasta lograr un acuerdo. No cobramos retribuciones, sólo dietas y asistencias. Contamos con un presupuesto de 165.000 euros, insuficiente para el nivel de actividad.     

¿Y cuáles son las líneas de actuación ?


—Como actuaciones anuales, premios de investigación para estudiantes de Bachillerato y FP de grado superior; premios de final de grado; los premios Joan Vidal –relacionados con la música–; talleres de género en los institutos y premios en este ámbito; y una línea de trabajo medioambiental y de cambio climático, también de cara a trabajos de fin de grado, ayuda al Laboratori Interdisciplinar de Canvi Climàtic de la UIB y un premio en este ámbito. También participamos en el seguimiento del contrato predoctoral Clara Hammer.       

¿Fuera de las actuaciones anuales?


—Estamos trabajando en una memoria verbal de maestros a través de un premio de investigación y en la reunión de antiguos alumnos con premios o becas nuestras para que expliquen su experiencia a los estudiantes actuales, hemos elaborado una recopilación de experiencias docentes universitarias y también trabajamos en otra recopilación de vivencias de personas de Balears que marcharon con becas a Europa durante la República. En este sentido, apostamos claramente por el europeísmo en la Universitat. Destacaría una iniciativa del Consell Social de implantación de un servicio de inspección universitaria. Hay otras 21 universidades de España que ya lo tienen. Vamos a hacer un estudio comparativo de la inspección en estas universidades y una propuesta específica para la UIB. Lo presentaremos todo al rector, Jaume Carot, y al Govern.

¿Cree que un servicio de inspección será bien recibido en un ambiente como el de la UIB?


—Creo que algunos problemas de funcionamiento podrían haberse evitado con una inspección universitaria, tanto del profesorado como del alumnado y del personal de servicios, pero no hay que asustarse. No vamos a proponer una especie de vigilancia ni entrar en la libertad de cátedra. He sido inspector de educación no universitaria y se trata de ayudar a solucionar problemas, no de vigilar a nadie.

Fuera del funcionamiento académico, ¿hay una relación suficiente entre la UIB y la sociedad balear?


—La verdad es que en la UIB se hacen cosas muy interesantes en investigación y la sociedad no las conoce. Intentamos que la actividad de la UIB se visualice y conecte socialmente. Por otra parte, las instituciones públicas y, muy importante, las empresas piden informes y asesoramiento a la UIB. Un ejemplo claro es la Fundació Universitat-Empresa.

Una vía de conexión social sería la nueva residencia de estudiantes. ¿Palma o el campus?


—La verdad, me gustaría ver a alumnos de la UIB por Palma. Prefiero una residencia en la ciudad.

¿Cómo ve el futuro de la UIB?


—Otro estudio en el que vamos a participar tratará las necesidades socioeconómicas de la implantación de nuevas titulaciones en la UIB en los próximos 10-15 años.

La FP vive un boom. ¿Será competencia del tradicional itinerario de Bachillerato y universidad?


—Tiene que haber mucha más FP, pero complementaria a la universidad. Alumnos de grado superior de FP pueden derivar perfectamente en la universidad.

Está sobre la mesa el anteproyecto de Ley Orgánica del Sistema Universitario. ¿Cómo les afecta?


—Al principio me asusté porque nos restaba competencias y fijaba una representación que reproducía los respectivos parlamentos autonómicos. Como ya he dicho, no queremos funcionar como un parlamento. Parece que todo esto se está reconduciendo.