¿Cuál es el objetivo del libro?
— No se había hecho un recorrido por las movilizaciones ciudadanas por el territorio en un período tan largo.
¿Hemos pasado de movilizaciones por cuestiones concretas a reivindicaciones globales?
— Ésa ha sido la evolución del ecologismo, lo que le lleva a un proceso de autorreflexión. Hemos pasado de topónimos emblemáticos como sa Dragonera, es Trenc, sa Canova, Mondragó, la Punta de n'Amer o Cabrera a debates globales sobre el turismo o la emergencia climática. Ahí está el reto del ecologismo. Es más fácil movilizarse por un topónimo concreto.
¿Es verdad que si el GOB no hubiera existido, habría que inventarlo?
— El GOB han conseguido mantenerse como la gran organización ecologista de Mallorca durante 45 años. Eso es muy difícil. Ha pasado de ser minoritario a interpelar a grandes capas de la población, consiguiendo que la gente empatizase con objetivos tangibles. Y ha entrado en la profesionalización de los movimientos sociales. Sin esa profesionalización, resulta complicado organizar movilizaciones y lograr objetivos, incluidos recursos judiciales que se saldaron con éxito. Sin duda, gran parte de la protección la debemos al GOB.
¿Terraferida le está comiendo terreno?
— El GOB ya no es la única organización ecologista, pero sigue siendo la más importante. Terraferida no ha llegado a la profesionalización del GOB, pero sus denuncias son escuchadas y tienen eco en los medios. Todavía no es un actor que marca la agenda política como el GOB.
¿Los argumentos de «creación de puestos de trabajo» o «activar la economía» han quedado atrás?
— La población empieza a concienciarse de que más turismo supone más consumo de agua y de energía, más residuos, más vehículos circulando... pero también falta una alternativa clara. El turismo es un transatlántico difícil de virar.
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