El historiador Pere Salas.

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Pere Salas (Pollença, 1963) es profesor de historia contemporánea en la UIB. Invitado por la Reial Acadèmia de Medicina de les Illes Balears, este martes pronunció una conferencia titulada ‘La pesta de 1820 i la medicalització de Mallorca’, donde explicó como la última epidemia de peste que vivió la isla contribuyó a precipitar la adopción de medidas dirigidas a preservar la higiene y la salud.

Antes de hablar de la medicalización, recuerde qué fue la peste de 1820.

—Fue una catástrofe sanitaria y demográfica que afectó a la comarca de Llevant, especialmente a Son Servera y Artà, y en menor medida a Capdepera y Sant Llorenç. En Son Servera el índice de mortalidad alcanzó el 600 por mil; en Artà el 300 por mil. La parte positiva fue que los mallorquines consiguieron reducirla a la comarca de Llevant.

Fue peste bubónica.

—Sí. Faltan las evidencias biológicas, pero las descripciones médicas que nos han llegado, así como la alta letalidad, así lo indican. Hay que tener en cuenta que en Mallorca no se registraba ningún episodio de peste desde el 1652: de aquí que se tuviera alguna duda.

Esta peste precipitó la medicalización de Mallorca.

—Así es. A ver, la medicalizción fue una realidad en todas las sociedades occidentales, que de cada vez le otorgaban más importancia. Lo que en Mallorca ocurrió incluso más que en el resto de España y Europa. Esta peste y sus consecuencias lo condicionaron. Eso explica por qué la esperanza de vida fuera aquí superior. Quiero decir que la peste de 1820 favoreció una predisposición a actuar de esta forma, a adoptar medidas. La propia población civil demandaba actuaciones sanitarias y anteponía la sanidad a otras consideraciones. Piense que solo en el siglo XIX se llegaron a establecer 28 cordones sanitarios con el bneplácito de la propia población.

Cordones sanitarios. Las mismas medidas que en la actualidad.

—Había dos puntos de vista al abordar la contención de las epidemias. Por un lado, el de la medicina contagionista, que partía de la creencia de que las epidemias vienen de fuera. En 1820 se dispusieron tres cordones sanitarios: uno de Mallorca hacia el exterior, otro comarcal y otro municipal. Por otro lado estaba el punto de vista de la medicina miasmática o higiénica, que partía de la idea de que las epidemias eran endógenas. En este caso se dictaban medidas que buscaban la higiene, como la eliminación de las zonas pantanosas, de ratas, de malas olores...

Y se aplicaron medidas de los dos tipos.

—Sí, y sobre todo a partir de 1820. Es a partir de esta fecha que los cementerios, que históricamente se ubicaban en torno a las iglesias, se trasladan fuera de los núcleos urbanos, a pesar de que existieran normas anteriores que ya lo ordenaran. También en el siglo XIX se montaron los primeros laboratorios o se nuevas canalizaciones de agua buscando su pureza. La demolición de las murallas, más adelante, también obedece a la voluntad de tener un aire más puro. Como le decía, la propia población reclamaba estas medidas. El recuerdo de la peste de 1820, que en Son Servera supuso la muerte de 1.000 personas sobre una población de 1.600, era reciente. En Inca, en 1865, hubo disturbios porque las autoridades no dejaban hacer un cordón sanitario.

Antes decía que la esperanza de vida era superior en Mallorca.

—Desde mediados del siglo XIX a mediados del XX fue la más alta de España.