Los turistas han vuelto a Mallorca en Semana Santa. | ATIENZA

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Francia, a 31 de marzo, tiene 4.646.014 pacientes COVID-19; Alemania, 2.818.630; e Italia, 3.561.012; frente a los 3.275.819 que tiene España.

Angela Merkel pidió a sus compatriotas que eviten viajar de vacaciones a las Islas. Decía la canciller: «Desaconsejamos todos los viajes al extranjero, de llegada de los territorios de riesgo se exigirá una cuarentena obligatoria y desde los territorios con variante del virus será más estricta». Y yo la aplaudo. Una pena que no mantuviera el confinamiento en Alemania en Semana Santa. No son tiempos para viajes, ni para fomentar la movilidad ni para que lleguen alemanes a Mallorca. Sabemos que a más contactos, más contagios.

Como el resto de extranjeros, los alemanes que aterrizan en el aeropuerto de Son Sant Joan deben llegar con una prueba PCR negativa y deberán realizarse una segunda prueba para retornar a su país. Esa situación no les libra de no estar infectados o de no tener riesgos.

Alemania confirmó este pasado jueves más de 24.000 casos y cerca de 200 muertos por COVID-19. La tasa de incidencia acumulada durante los últimos siete días es de 134,2 casos por cada 100.000 habitantes. Los contagios por COVID-19 están incrementándose cada día. La muy contagiosa variante británica B.1.1.7 del coronavirus se está extendiendo rápidamente en Alemania. Ha alcanzado el 88% y sabemos de ella que es significativamente más contagiosa y probablemente causa evoluciones más graves de la enfermedad que otras variantes. Por eso, se espera que los casos de COVID en los hospitales sigan aumentando.

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Y si esto pasa en la relación entre Alemania y Baleares, entre Francia y España, Paris y Madrid hay una relación más estrecha y con más problemas.

Macron, presidente de Francia, acaba de confinar todo el país. Y mientras tanto siguen llegando viajeros franceses a Madrid que dicen: «Venimos a beber sin billete de vuelta, aquí hay muchas libertades». Madrid se ha convertido en el patio de recreo del país vecino. Y es evidente que no son tiempos para viajes, fiestas ilegales, borracheras,...

Son tiempos para una política común europea entorno a los viajes, una política que se base en unas medidas que plantee un ECDC con las competencias que ayude a coordinar las acciones de los responsables de Salud Pública de cada país. Lo necesitamos. Y necesitamos que como dice la Organización Mundial de la Salud (OMS), romper la dinámica actual de la inaceptable lentitud en la vacunación en Europa. Debemos sin duda, acelerar el proceso reforzando la producción, reduciendo los obstáculos a su administración y utilizando todas las dosis almacenadas.

Son tiempos de unidad de acción europea y de menos viajes entre países. Ya llegará el verano si somos capaces de vacunar mucho más.