María Lliteras, trabajadora social, y Raquel Medina, exusuaria del programa ‘Housing first’. | Jaume Morey

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Raquel Medina ha cumplido 51 años y en su rostro se acumulan las cicatrices de décadas de drogodependencia, estancias en prisión, dos intentos de suicidio, abusos, recaídas y decepciones personales. Y aun así su sonrisa inunda una habitación entera, responde con franqueza a todas las preguntas que le hacemos y posa ante la cámara sin una sola queja, con total desparpajo, como una modelo profesional.

Gracias al programa ‘Housing first’ del Consell de Mallorca, pero sobre todo a su enorme tenacidad, ha dejado atrás el infierno de las drogas y hace dos semanas se ha despedido de sus compañeros de piso y programa para vivir de forma autónoma. «Un día me desperté con 49 años y me di cuenta de que había perdido media vida drogándome, entrando y saliendo de prisión y decepcionando a los míos y a mí misma. Me dije que no quería cumplir los 60 teniendo la cárcel como domicilio habitual. Pedí ayuda y tuve la suerte de que un grupo de gente maravillosa me tendió la mano», confiesa Raquel.

Un programa de éxito

Al igual que ella, en 2020 otras quince personas han dejado con éxito esta iniciativa, que el IMAS puso en marcha hace dos años para acoger a personas en riesgo de exclusión social en una vivienda sin cobrarles alquiler. El objetivo: ayudarles a dejar atrás la calle, las adicciones y labrarse un futuro mejor.

El germen de este programa surgió en Nueva York a principios de los noventa, de la mano del psicólogo Sam Tsemberis y de otros, que observaron que el modelo asistencial imperante no funcionaba: las personas sin hogar volvían a la calle después de pasar por diversas instituciones. Optaron por ofrecerles un hogar donde empezar a reconstruir su vida. Desde entonces, se ha ido extendiendo por otros países.

En España, por ejemplo, comunidades como País Vasco y Navarra han sido pioneras en implantar este modelo, al igual que grandes ciudades como Palma, donde se concentra el problema y hay una acción más organizada.

Para María Lliteras, la trabajadora social que se ha encargado del seguimiento de Raquel durante estos dos años dentro del programa, la clave del ‘Housing first’ es que «nuestro cometido pasa por ejercer de consejeros, trabajar sin prejuicios y sin desconfianza con los usuarios», explica.

En este sentido, Raquel recuerda que después de entrar en el programa tuvo una recaída por intentar ayudar a un amigo del pasado y se asustó pensando en las consecuencias: «Sabía que había hecho mal, que podía volver a caer y, peor aún, que podían invitarme a abandonar el piso. Pero, al contrario, María y el resto de trabajadores me apoyaron, y pude salir del pozo», señala agradecida.

Ahora, Raquel lleva dos semanas viviendo de forma autónoma, ha alquilado una habitación en un piso compartido, comenzará a recibir la renta social garantizada, se ha reencontrado con un antiguo amor y busca trabajo como limpiadora o en una lavandería. «Los problemas no han terminado. Pero no voy a recaer. Soy una superviviente y una luchadora. Comienzo una nueva vida», finaliza esperanzada.