Cristina Cabalín ha tenido que cerrar el chikipark Tikoti.

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Cristina Cabalín logró hacer su sueño realidad y el de centenares de personas que han pasado por el chikipark Tikoti, de Palma. Durante cinco años, los más pequeños han disfrutado allí de fiestas de cumpleaños mágicas, donde el sueño de ver a sus personajes favoritos se hacía realidad.

Todo era un sueño hasta que llegó la pandemia y lo arrasó. Cristina explica que el pasado mes de diciembre tuvo que cerrar su chikipark, ya que tenía que pagar 2.000 euros mensuales de alquiler, pese a que estaba cerrado.

Desde el pasado mes de marzo, cuando se declaró el estado de alarma en España, el mundo de fantasías y magia en el que vivía Cristina, se convirtió en una auténtica pesadilla. Tuvo que tirar de sus ahorros y pedir un crédito -que aún sigue pagando- para poder pagar el alquiler del local.

También lo pasó muy muy mal al tener que poner a una de sus empleadas en ERTE; la otra era profesora y se fue.

Interior de Chikipark Tikoti antes de cerrar
Interior de Chikipark Tikoti antes de cerrar.

Cristina sigue sacando fuerzas para salir adelante y se niega a renunciar al mundo de la magia y la ilusión y aún sigue como autónoma en el mundo de la animación, con la esperanza de poder volver a trabajar en cuanto la pandemia lo permita. Tampoco descarta volver a abrir el chikipart cuando sea posible.

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A su modo de ver, la normativa en vigor es muy confusa y los trabajadores del sector del ocio infantil no saben cómo interpretarla. Además, denuncia que «no nos han dado ni una sola ayuda, pese a estar ocho meses cerrados». En este sentido, precisa que «ahora van a salir ayudas de 1.500 euros que no sirven de nada», aunque cririca que probablemente no salgan hasta finales de abril. «Nos prometen ayudas, que no salen ni llegan; quizás, cuando lo hagan sea demasiado tarde».

Sí percibe la ayuda de autónoma, 800 euros al mes con los que tiene que pagar 370 euros de la cuota de autónoma, la hipoteca, el préstamo, el alquiler de un trastero para guardar sus cosas y los gastos de la vida cotidiana.

Cristina asegura que el sector del ocio infantil lo está pasando muy mal y muchos han tenido que cerrar. «Es un momento de desesperación porque no hay ayudas», confiesa.

Esta situación le ha quitado el sueño y le ha provocado problemas de salud. «De tantos nervios tengo una pared del intestino grueso llena de ulceras», explica.

Pese a todo, no pierde la esperanza de poder reabrir su chikipark y seguir haciendo felices a sus clientes.