Mari Carmen, junto a su hijo y una sobrina, este sábado frente al parque infantil de sa Feixina. | Pere Bota

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Los mallorquines constataron este sábado cómo el Govern daba una nueva vuelta de tuerca en las restricciones que viene dictando para tratar de contener la segunda ola de la pandemia. Si los vecinos de Son Gotleu y otras zonas adyacentes no pueden salir desde la noche del viernes de su barrio salvo para ir a trabajar y otras pocas razones justificadas, desde este sábado los más pequeños tampoco pueden jugar en los parques infantiles ni realizar actividades de ocio.

La noche del viernes, la primera en la que se aplicó la cuarentena en Son Gotleu y tres barrios adyacentes, transcurrió con tranquilidad y no se registraron incidentes dignos de mención. Las fuerzas de orden se limitaron a dispersar a algunos grupos que se quedaron en la calle después del toque de queda.

La Policía Local estableció un dispositivo en la plaza Joan Alsina. «Hemos separado algún grupito. Controlamos que no haya reuniones de más de cinco. La verdad es que no hemos visto a gente sin mascarilla. Algunos con la protección mal puesta; eso sí», explicaba un agente. En una calles próximas un hombre nos preguntó: «¿Se puede salir?»; nosotros le respondimos «No», a lo que él, nervioso, contestó: «Pues pa’ casa, pa’casa», y desapareció del lugar a paso ligero.

Un tiempo más tarde, las patrullas se desplazaron hasta el puente junto al que se encuentra el CEIP Es Pont. Allí, se conformó un dispositivo en el que se preguntaba a peatones y a conductores si vivían en el barrio.

PALMA.
Sin incidentes. En Son Gotleu, la policía se limitó a dispersar algunos grupos que se quedaron en la calle. Arriba, un hombre que circulaba en bicicleta, sin luces ni mascarilla.
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No fue el caso de un hombre que fue interceptado mientras circulaba en bicicleta sin mascarilla ni luces por Indalecio Prieto. «¿De dónde viene?», le preguntaron los policías. «He ido a por una pizza pero habían cerrado». «¿Y a dónde va?», le contestaron «Al Coll den Rebassa». Los agentes le indicaron que con esas carencias no podía conducir por lo que se tuvo que bajar de su medio de transporte y caminar.

En un balcón próximo se agolpaban once personas, muchas de ellas niños. Una de las adultas, indignada, protesta: «No puedo salir a la calle pero ¿pueden estar 30 personas en el colegio? Lo tendrían que cerrar todo hasta que pase la pandemia».

Parques precintados

La otra restricción afecta a los más pequeños, que desde este sábado no pueden jugar en los parques infantiles. También los chiquiparques deben estar cerrados. Aunque ya se había anunciado, la medida cogió a algunas familias por sorpresa. Es el caso de Mari Carmen García, que a mediodía acompañó a su hijo y a una sobrina al parque de sa Feixina. «Acabamos de llegar y nos ha sorprendido comprobar que la cafetería esté abierta y el parque cerrado. No se entiende que se ordene reabrir los colegios y se cierren los parques. Me parece una incoherencia. Regresaremos a casa», se resigna. Al poco llega Mirella, acompañada de su padre, Diego Gallego. Explica que viven en La Bonanova y que habían venido para jugar en el parque y montarse en el tiovivo. Gallego comparte el parecer de Mari Carmen: «Es absurdo que puedan interactuar en la escuela y se cierren los parques».

Álvaro H. viene con sus dos hijos. Él sí se muestra comprensivo con la medida. «Entiendo que una vez abiertos los colegios se cierre otro ámbito para tratar de evitar los contagios. Y la reapertura de las escuelas, donde claro que habrá contacto, era una prioridad para seguir con la vida lo más normal posible. Era más necesario sacrificar los parques infantiles que la educación».