El escritor Sergio del Molino, este miércoles en Palma. | Teresa Ayuga

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En el marco del Atlàntida Film Fest, el escritor Sergio del Molino, aterrizó en esta Isla repleta, por lo menos hasta que el virus hizo de las suyas, para hablar de la España vacía. Un término que explica el imparable fenómeno de la despoblación de ciertas regiones de la Península a favor de las grandes capitales y la costa. Mientras Palma ha duplicado su población en 50 años, hay capitales de provincia que van perdiendo niños. El desafío político, social y cultural se ha empapado de este término acuñado por Del Molino, que además acaba de publicar la novela La piel (Alfaguara) donde abunda en el trauma artístico alrededor de la psoriasis.

¿Qué ha pasado a raíz de acuñar el término ‘La España vacía’?
— No sé si llamarlo movimiento, pero se ha logrado un protagonismo en el primer plano cultural y mediático que debate la despoblación. A partir de publicar La España vacía hay una eclosión en el plano político, cultural y social que va creciendo. Se va dibujando en el discurso político hasta que las últimas elecciones todos los partidos políticos llevan algún plan para atajar la despoblación. Este cambio lo ha frenado el coronavirus en seco y era uno de los planes más importantes que tenía el Gobierno.

En 1960, Palma tenía 159.000 habitante y en 2020, 409.000. Muchos provienen de esa España vacía. ¿Cómo se ve desde fuera esta España repleta?
— La insularidad crea unos problemas específicos pero hay claros rasgos comunes con Barcelona y con Madrid. Todos estos puntos de destino en los que se asentó el éxodo rural, y sus hijos y nietos, tienen una relación muy intensa con sus lugares de origen. Hay un diálogo muy rico que se percibe más desde la España despoblada que desde los puertos de llegada. El boom turístico tiene sus particularidades, con una emigración más diversificada.

En Hijos de los hombres los niños han desaparecido. Igual que en estos pueblos, en los que en verano se recibe con los brazos abiertos a los nietos de los que quedaron.
— En la mayoría de pueblos que están a punto de extinguirse ya no hay niños. Lo que marca el punto de no retorno es el cierre de las escuelas. En Castilla y León y Aragón se abren escuelas con cuatro niños. Y aún así, se siguen cerrando, saben que es su fin. El hecho de que no haya niños es un síntoma de muerte inminente. Los niños en verano son recibidos con alegría, son una presencia muy exótica. Pero también en capitales de provincia hay falta de relevo. Hay menos nacimientos porque las familias jóvenes se han trasladado a las ciudades.

En esas regiones ha habido menos casos detectados de la COVID pero la mortalidad era muy alta.
— Eso ha pasado en León y en Soria. Es una población muy envejecida, que afecta a estas capitales de provincia. La próxima oleada de despoblación se verá en esas ciudades, donde el principal empleador es la Administración pública. Empiezan a perder servicios y es difícil que haya incentivos para que los pocos niños que nacen se queden allí.

En este verano del virus se viaja por el interior de España. ¿Hemos recibido la llamada de la meseta?
— Ha venido sobrevenido. En el momento en el que tuvimos un nivel de vida europeo y dimos la espalda a España, hemos conocido nuestro país. Es normal: es mucho más barato ir a Tailandia que recorrer unos pueblos que ni sabes donde están. Después del virus volveremos a ignorarlos. El nacionalismo catalán se ha centrado mucho en el viaje hacia dentro, que genera una mirada muy ombliguista y acaba fermentando un sentimiento de querencia por la propia aldea que al final es muy pernicioso para ella misma. Es bueno que te airees y veas lo que hay alrededor para poder apreciarla. Los movimientos replegados en si mismos al final han acabado con sentimientos, movimientos políticos y encrucijadas históricas muy complejos.

Es autor de un término que incluso ha sido usado políticamente.
— Me siento perplejo por una frase que se me ocurrió y ha acabado así. He sentido intentos políticos por usar la España vacía y usarme a mí. Si de algo estoy orgulloso es que haberlo sorteado y seguir siendo un escritor.movimientos y encrucijadas históricas muy complejos»