Eugenia Carandell no renuncia a los cambios de Atención Primaria que han tenido que posponerse. | Pilar Pellicer

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Hace un año que es directora asistencial del IB-Salut y le ha tocado reformular el sistema a marchas forzadas para afrontar una pandemia. «Tengo esta suerte, ya me pasó cuando era responsable de vacunación antigripal con la epidemia de gripe de 2009», sonríe. Eugenia Carandell (Sankt Gallen, 1960) es capaz de ver oportunidades en las emergencias sanitarias.

Hace un año se propuso facilitar el acceso a la sanidad, ¿ha podido?

—Hemos tenido que aplazar muchas cosas para concentrarnos en hacer un diagnóstico precoz y el tratamiento oportuno a quien lo precisara y despistar la infección en grupos más vulnerables, pero no se han perdido los objetivos. Hay que hacer un cambio en profundidad. Primaria tiene que ser un agente de acompañamiento desde el nacimiento al fallecimiento.

Con la desescalada se va retomando la actividad asistencial, ¿con qué prioridades?

—Hay que recordar que la pandemia no ha terminado. La situación está controlada pero hay brotes y puede volver. Pedimos prudencia a la población y no perder de vista que seguimos en un estado de alto riesgo. Dicho esto, sí que es cierto que en este periodo se han desplazado actividades habituales no urgentes y es momento de retomarlas. En Atención Primaria ha sido más lento que en los hospitales porque en este momento le compete el rastreo de casos y sigue bajo el estrés de la pandemia. Hay que seguir con la central COVID, las UVAC, las unidades de rastreo...

¿En qué ha ido bien la pandemia?

—En toda crisis hay una serie de lecciones que se aprenden, quizás la más importante haya sido la telemedicina. Los propios pacientes han tenido que utilizar la consulta teléfonica y los profesionales han visto que a veces se puede substituir la consulta tradicional ventajosamente. La telemedicina permite más accesibilidad del paciente al centro de salud y al hospital, y también una comunicación más adecuada entre profesionales de Primaria y los centros hospitalarios. Esto está aquí para quedarse y puede utilizarse en muchos aspectos.

¿Pero están equipados los centros de salud?

—Ésa es otra. La idea es buenísima pero hay que ponerla en marcha y que todo funcione. Estamos en ello.

Dicen que tras una epidemia hay brotes de otras enfermedades por relajarse en la vacunación.

—Una de las actividades dañadas más importantes es la vacunación infantil, que es crucial. Se han ralentizado las consultas, ha habido muchas telefónicas y los padres han tenido miedo de vacunar a los críos. Hay un retraso en el calendario vacunal y para algunas infecciones como el sarampión es extremadamente peligroso por su contagiosidad, un enfermo puede contagiar de promedio a otros 15. Para que no haya un brote de sarampión la cobertura de la segunda dosis tiene que ser superior al 95 % y si no nos ponemos las pilas podría pasar.

¿Se hace una búsqueda activa?

—Sí, y listados de niños, y llamadas… La idea es que para cuando empiece el curso escolar hayamos recuperado el retraso de aproximadamente el 20 %.

¿Los administrativos adquirirán ahora más responsabilidades?

—La nueva Primaria tiene que contemplar una optimización de todo su personal. Históricamente se ha focalizado la atención sanitaria en médicos y enfermeras dejando al administrativo como un mero tramitador de papeles. El futuro pasa porque esta persona pueda convertirse en un agente de salud capaz de orientar al ciudadano.

¿Tienen una previsión de cómo actuar ante un posible brote grave de la COVID-19?

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—Vamos de la mano de la dirección general de Salut Pública. Ahora estamos en fase de vigilancia donde se identifican brotes, que es cuando hay un mínimo de tres personas afectadas y es relativamente fácil que sucedan. Nuestra misión es identificarlos y rastrear los contactos para aislar y congelar el brote. Si no conseguimos saber de dónde proviene el contagio habría que adoptar otras medidas: desde aislamientos selectivos, confinamientos por zonas, reapertura de plantas hospitalarias dedicadas a la COVID o lo que sea necesario en función de las personas afectadas o de la gravedad de la situación.

¿Cuando un brote se extiende es porque no se ha rastreado bien?

—Hay que ser cuidadoso a la hora de atribuir culpabilidades, la pandemia no es culpa de nadie. Ahora bien, es más fácil que suceda un brote cuando no tenemos una situación social muy estabilizada. No podemos hacer más que anticiparnos e intentar proteger a colectivos más vulnerables como las residencias o en los mataderos ¿Esto garantiza que no habrá un brote grande? No, porque los medios son los que son y las personas contestan al teléfono, o no. En nuestra comunidad no tenemos temporeros como en Lleida, que ha afectado a gente que va y viene, sin domicilio estable, lo que facilita la pérdida de control, pero hay que vigilar más el turismo o el ocio nocturno. Siempre hay que prever un imprevisto.

¿Se plantean que, junto con la gripe, se puedan colapsar los hospitales este invierno?

—Nos lo planteamos como hipótesis de trabajo, efectivamente.

¿Se usaría de nuevo, por ejemplo, el Palacio de Congresos?

—Por descontado. Tuvimos un confinamiento precoz en el ascenso de la curva, lo que ha favorecido a Baleares. En ningún momento nuestras infraestructuras han estado colapsadas y ha sido un excelente entrenamiento, desde el punto de vista de la gestión, de cara a una futura reacción. Las ventajas estratégicas ayudarán pero aún así la posibilidad de que la COVID coincida con un pico de gripe nos preocupa.

¿En qué situación han quedado las residencias?

—Estoy especialmente orgullosa de las actuaciones que ha tenido la comunidad autónoma en las residencias. Hemos trasladado al hospital a todo el que lo ha necesitado y se les ha atendido en plantas con expertos en atención de cuidados intermedios porque las personas mayores tienen un conjunto de enfermedades, no una sola. Nos hemos anticipado y hemos entrado en las residencias a por todas. Hemos buscado a todos los ancianos, hemos estudiado su estado general de salud, si estaban en condiciones, qué enfermedades tenían, cuál era su situación cognitiva, cuál era su esperanza de vida... Y con esa información se adoptaba la decisión que más convenía en cada caso.

¿Qué plan tienen para reducir las listas de espera?

—Estamos estudiando si hay pacientes que esperan por un motivo burocrático, si es por una intervención urgente o si es necesario mantener la petición de una prueba. Analizaremos el conjunto y al terminar estaremos en disposición de decir a cuántas personas hay que operar y utilizaremos los medios que estén a nuestro alcance.

Hay que incrementar la actividad asistencial pero hay que dar vacaciones y se cierran camas. ¿Cómo?

—Hay que buscar el equilibrio. El sentido común dice que ahora que estamos en el valle de la pandemia, con algún caso pero poco importante, es mejor que la gente se coja vacaciones para que estén en disposición de trabajar en lo meses de otoño en adelante.

¿Se ampliarán las contrataciones en verano como en otros años?

—Ahora se escalonan las contrataciones para intentar mantener las prestaciones en los servicios. En algunos será necesario para cubrir vacaciones y otros lo compensarán con el cierre de actividad. Cada gerencia lo gestionará como lo considere necesario.

¿Faltó material sanitario y eso causó el contagio de los profesionales?

—El 2,47 % de este colectivo ha tenido contacto con el virus, que es una tasa relativamente baja. Hay que felicitar a los propios profesionales por su pericia. La mayor parte de los contagios se produjeron al principio, cuando había un despiste inicial tanto de las autoridades que proveen de material como de los profesionales que aprenden a colocárselo. No puedo negar que haya casos en que no ha habido material, ¿Por qué? Quizás por desinformación, porque lo teníamos en almacenes. Esperemos que todo se corrija de cara a una segunda oleada.