Las rebajas del cierre de Galerías Preciados tuvieron un notable éxito de público, como evidencia la foto.

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La historia de Galerías Preciados en Palma tiene un principio y un final, el que va de noviembre de 1974 al 30 de junio de 1995, cuando se materializa el cierre de su establecimiento en Jaume III, el sengundo en contar con escaleras mecánicas en su interior. El primero fue Woolworth, en la cercana plaza de Juan Carlos I.

Galerías Preciados cerró tras su adquisición por la cadena que había sido su eterna rival: El Corte Inglés. Se cerraba así el tortuoso camino de una aventura que se inició en 1943 de la mano de Pepín Fernández, el cual implantó en España una exitosa oferta comercial inspirada en los Almacenes El Encanto de la capital de Cuba.

Vinieron décadas de expansión hasta que en 1979 falló un agresivo plan de crecimiento y el Banco Urquijo se hizo con la empresa, la cual dos años después pasó a manos de Rumasa. Eran los comienzos de una procelosa historia comercial, al pasar en 1983 –tras la expropiación del imperio de Ruiz Mateos– a manos del grupo venezolano Cisneros por 1.000 millones de pesetas. Cuatro años después la firma británica Mountleigh pagó 30.000 millones por la cadena.

Los británicos tampoco pudieron remontar el bache y un grupo inversor, liderado por Justo López Tello, un antiguo empleado de Galerías, y Fernando Sada, cuñado de Mario Conde, cerraron la compra por 21.200 millones de pesetas. Estábamos en 1992. Tres años después se declaró la suspensión de pagos por un importe de 28.000 millones y El Corte Inglés se convirtió en el nuevo propietario. Fue el punto final a una sucesión de descalabros financieros.

La crisis desde dentro

En El Corte Inglés quedan trabajadores de Galerías Preciados, como Juana María García, Leonor Martínez, Francisco Lucas –el actual director y donde tuvo su primer trabajo– o Magdalena Caldentey, que entró a trabajar con sólo 16 años de edad.

«Recuerdo que cuando era de la familia Cisneros hicieron una gran fiesta en el Auditórium y al día siguiente los propietarios eran otros», recuerda Juana María García, mientras que Leonor Martínez considera que «los de Rumasa parecía que eran los que más sabían del negocio». Todos estos antiguos empleados de Galerías consideran que la compra por El Corte Inglés «era lo mejor que nos podía pasar, nos tocó la Primitiva; la alternativa era irnos a la calle sin nada».