Sonia Valenzuela, en la misión de San Buenaventura, con la imagen del franciscano mallorquín. | S.V.

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Sonia Valenzuela llegó a California a primeros de marzo invitada por el Departamento de Historia de la Universidad de Santa Bárbara para realizar dos tesis doctorales en el Instituto Teológico de Murcia y en la UIB. Profundiza así en la historia de las fundaciones de las nueve misiones de San Juníper y en el trato a los indios. Actualmente se encuentra en ruta por el Camino Real. Ha visitado 14 de las 21 misiones que fundó el franciscano petrer. En esta entrevista, Valenzuela desgrana aspectos de la vida del santo mallorquín y analiza los disturbios raciales que han golpeado Estados Unidos a raíz de la muerte del ciudadano afroamericano George Floyd.

¿Qué ambiente hay en las misiones que fundó el padre Serra?
— En todos estos parajes por los que estoy viajando se respira paz y armonía. En las misiones observo respeto y piedad. No he visto ni una sola pintada en este tramo de las catorce misiones. El ambiente en mi grupo de amigos de California, donde hay algunos profesores de la universidad pública UC Santa Barbara, es de gran admiración hacia la vida y obra del padre Serra. Desarrolló un plan de promoción humana y cristiana desde la óptica que se tenía en aquella época, y que no difería demasiado de los usos educativos y costumbres que se vivían en la Mallorca de su tiempo.

¿Qué aspectos trata su tesis doctoral sobre San Juníper Serra?
— Mediante un trabajo riguroso de investigación basado en las fuentes de origen, tengo el propósito de mejorar el conocimiento sobre su figura y su obra misional. Desde este punto de partida, desearía mostrar el porqué y para qué de la vocación misionera de un franciscano de prestigio, tanto desde un punto de vista intelectual como pastoral; qué le llevó a dejar Mallorca; qué se propuso, y cómo lo realizó. Por otro lado, las raíces del Oeste americano a nivel político, militar, social y religioso fueron sin duda españolas. Serra estableció un plan de promoción humana y cristiana para el desarrollo de los pueblos, y de su cultura, con un sello propio mallorquín.

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¿Hay indicios de que Juníper fuera un esclavista o ayudara a promover el esclavismo?
— No existe ninguna documentación que lo avale. Al contrario, de la lectura de sus cartas y de los problemas con autoridades y soldados se puede afirmar que siempre estuvo cerca de los indios. Y si se dieron correcciones o castigos por su comportamiento nunca tuvieron la intención de destruirlos sino, como un padre, de educarlos. San Juníper contribuyó al establecimiento del derecho, la religión, la educación, la protección legal, la dignidad, la lengua... resulta algo muy diferente de lo que alegan algunos, que son descendientes de los que, en siglos posteriores, sí que infligieron matanzas y el genocidio sobre esas mismas poblaciones.

¿Qué le parece el vandalismo contra las estatuas? ¿Se percibe un sentimiento anticolonial en California?
— Son grupos vandálicos que no representan el sentir de una mayoría muy consistente. Es un ejemplo claro de vandalismo urbano, muy probablemente dirigido desde medios intelectuales, que con algaradas y protestas que en algunos casos se han vuelto violentas, reivindican un proyecto político radical. En las grandes ciudades de los Estados Unidos se está viviendo un ambiente tenso, por lo que dicen las medios norteamericanos, que nada tiene que ver con San Juníper, que se ocupó de la protección, de la dignidad y de los derechos de los indios. Y, entre ellos, el de la propiedad. La violencia se ha beneficiado de una tormenta perfecta.

¿Qué ha generado este clima de inestabilidad en Estados Unidos?
— Han coincidido, o se han hecho coincidir, tres elementos políticos de primer orden que, juntos, han provocado disturbios de diferente intensidad pero de inestabilidad indudable en todo el país: violencia policial con tintes acusadamente racistas; crisis económica a raíz de la pandemia; especial incidencia de la pandemia en la población de color, y todo ello en el marco de una campaña electoral cada vez más crispada, incierta y desestabilizada, con dimensiones políticas y judiciales inesperadas hace unos meses, y en la que para no pocos americanos la única prioridad es impedir la reelección de Trump.

¿Qué opinión le merece el movimiento antirracista tras la muerte de George Floyd?
— Las protestas antirracistas, en su mayoría pacíficas, eran de esperar ante ciertas prácticas policiales con la minoría de color. Estas prácticas podían mejorar sustancialmente, por decirlo moderadamente. Ha habido abusos y, a veces, violencia sin justificar, y ello no se ha castigado con el rigor y contundencia que buena parte de la población hubiera exigido. De ahí a generar un movimiento nada desdeñable de entidades locales que anuncian profundos recortes a los presupuestos de la policía o, simplemente, la desaparición de esas fuerzas del orden, hay un largo trecho que habrá que calibrar cuando se hayan calmado los ánimos. Por otra parte, lo que empezó como un movimiento sobre una base ya existente, el Black Lives Matter, se ha ido nutriendo y manipulando por grupos antisistema que van mucho más allá de la reivindicación por una sociedad racialmente más justa e inclusiva.