Margalida Frontera advierte que determinados cambios sociales han llegado para quedarse. | Teresa Ayuga

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Es probable que en estos momentos sea una de las personas con más poder en Baleares. Margalida Frontera encabeza el grupo técnico que asesora al Govern en el desconfinamiento. En su opinión, la pandemia de la COVID-19 «nos ha enseñado [a los científicos] a ser más humildes, el que dice que no se ha equivocado es porque nadie le escuchó en su momento».

Mañana en fase 3, ¿para cuándo la ‘nueva normalidad’?

—Será una decisión del Govern y lo lógico es esperar dos semanas para saber qué pasa con la nueva fase; nos jugamos mucho.

¿Decepcionada por el rechazo de la pasada semana?

—No sé si el término decepción es el adecuado. Nosotros considerábamos que estábamos preparados, pero el Gobierno dijo que debíamos esperar los quince días y lo entendemos.

Da la impresión de que al principio el Govern era muy exigente en el confinamiento y ahora hay prisa por desescalar ...

—Creo que es una prueba de responsabilidad del Govern en la adopción de las medidas frente a la COVID-19. Tratamos de evitar el descontrol inicial de la epidemia cerrando los aeropuertos, algo que nos permitió salir antes de la crisis sanitaria y ahora adelantar su reapertura. Esta medida creo que salvó muchas vidas y fue uno de los grandes aciertos por nuestra parte.

Todavía hay muchas reticencias a viajar ...

—Tenemos que ser capaces de generar pasillos sanitarios que permitan la movilidad de los ciudadanos. Viajar tiene que ser seguro y Baleares como destino lo es.

¿A qué se debe este desbarajuste de cifras?

—Es una situación generalizada en muchos países. La explicación hay que buscarla en los cambios de criterio desde el punto de vista científico, un concepto que ha ido cambiando. Al principio no se contabilizaban los asintomáticos, hasta que luego se supo de su trascendencia en la epidemia. Todo cambia en función del conocimiento del virus. Insisto, en el extranjero también hay controversia con la cifras.

De Trump, Johnson y Bolsonaro: ¿cuál le ha sorprendido más?

—Johnson corrigió de inmediato su estrategia, aunque con un confinamiento más suave; otros no lo han hecho y los resultados son evidentes. Si se quieren salvar vidas el confinamiento es inevitable.

En Europa la incidencia también es muy diversa ...

—Todavía no hay respuestas claras sobre el contagio. Un factor importante podría ser el de los brotes de entrada, los superinfecciosos, la movilidad, las relaciones sociales, el clima... Aún sabemos poco de este virus.

¿Ha recibido presiones para acelerar la desescalada?

—No me siento receptora de ninguna presión, nos limitamos a coordinar para que el desconfinamiento se haga de una manera segura.

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Por cierto, ¿conoce a los expertos del Ministerio de Sanidad?

—Conozco al encargado de Baleares, con el que mantengo una relación cordial y de cooperación mutua. El resto son funcionarios del departamento que dirige Fernando Simón; un grupo en el que imperan los criterios sanitarios y no los políticos.

¿Este anonimato no genera desconfianza?

—Yo no lo percibo así, la mayoría de la gente confía en la labor que realizan los funcionarios.

¿Qué le indigna del comportamiento de los ciudadanos en esta fase ?

—En general se está haciendo bien, pero es cierto que hay actitudes que ponen en peligro todo el proceso de desescalada. Hay que concienciar todavía más cómo se hacen bien las cosas y recordar que el virus no ha desaparecido y lo pueden pagar los más vulnerables.

¿Se le ha perdido el miedo a la COVID-19?

—Hasta que no tengamos la vacuna habrá que incorporar algunas medidas, aunque vayan en contra de nuestra cultura mediterránea.

¿Por ejemplo ?

—El uso de las mascarillas, la distancia social y la limpieza de manos son las mejores herramientas contra esta enfermedad. La alternativa es el confinamiento. Tenemos que asumir que se trata de una enfermedad grave en todas las franjas de la población y que la recuperación es complicada. Si la población deja de obedecer las recomendaciones la situación cambiará.

¿Habrá temporada turística y volverán los alumnos a las aulas?

—A lo primero le digo que sí, lo segundo es un tema con muchas vertientes. En el tema de apertura de las aulas hay controversia internacional, algunos países han tenido que dar marcha atrás, como por ejemplo Israel. Entiendo que es una decisión complicada y no me atrevo a hacer predicciones. Hay que preparar todos los escenarios.

¿Habrá vacuna?

—No hay certezas, pero soy optimista. Nunca se habían dedicado tantos recursos a la investigación como ahora. Si no hay vacuna creo que encontraremos un tratamiento eficaz.

¿Qué le pareció la propuesta de consumir palo para frenar el virus?

—Una anécdota divertida.

Desde el punto de vista personal ¿qué es lo que más le ha impactado?

—Ha sido muy absorbente desde el punto de vista profesional, un monotema durante semanas. Desde la perspectiva social yo destacaría la generosidad de la gente frente a la adversidad. También me impactó la cara de medio de la cajera del súper durante los primeros días, pero que estaba allí trabajando. Admito que será difícil llegar a superar esta situación que nos afecta a todos. Yo, por ejemplo, hace dos meses que no abrazo a mi padre.