Antonia Ferrer falleció el pasado 27 de marzo con coronavirus. | R. Bujosa

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El brote del nuevo coronavirus acabó con la vida de Antonia Ferrer el pasado 27 de marzo, a los 93 años de edad. Su salud ya era delicada y este potente virus puso punto y final a la trayectoria de una mujer que siempre ha estado dedicada a los demás.

Su ahijado Rafel Bujosa explica que Antonia estaba en una residencia de la tercera edad. Cuando su salud empeoró se fue a vivir con su madre, pero hace un año decidió marcharse a una residencia, donde recibía la visita de sus familiares.

Rafael cuenta que ya estaba «delicadita», ya que tenía un una válvula calcificada y un simple resfriado le suponía tener que estar ingresada debido a sus dificultades para poder respirar, precisamente, uno de los puntos que más ataca la COVID-19. «Cuando iba a buscarla se fatigaba mucho», recuerda.

El coronavirus era una amenaza muy potente para su delicada salud. Rafel recibió un día una llamada en la que le informaban que no podría ir a la residencia porque una de las trabajadores se había contagiado. Pocos días después lo volvieron a llamar para comunicarle que su madrina también se había infectado.

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Su ahijado no puede evitar emocionarse al recordar que no pudo despedirse de ella, para él era su segunda madre. Siempre lo había ayudado mucho y habían compartido muchos momentos juntos, tanto buenos como malos.

Rafael recuerda que ella vivía para los demás; le gustaba ahorrar para hacer regalos a su familia, les ayudaba en las tareas del hogar... «Era una trabajadora incansable que vivía para ayudar a los demás», destaca.

Su infancia fue difícil, natural de Vilafranca, tenía que cuidar a sus hermanos pequeños mientras sus padres trabajaban. La muerte de su marido en el año 2001 la dejó muy tocada, al igual que la de una de sus hermanas hace ocho meses.

Antonia Ferrer junto a sus hermanas.

Antonia era una mujer muy religiosa, ayudaba en la Iglesia. Por ello, su ahijado le ha rezado y sabe que ella estará contenta por ello. Su familia tiene previsto celebrar una misa en su honor, en cuanto la situación lo permita.