En la tercera planta de la Unidad Básica de Salud del Molinar se ha montado un ‘call center’ desde el que se hace la vigilancia de los contactos estrechos de los enfermos. | Jaume Morey

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«¿Me tengo que quedar en casa y nadie va venir a hacerme una PCR?» Ésta es la pregunta más frecuente que escucha una rastreadora de los contactos estrechos de enfermos de coronavirus al otro lado del teléfono. Y es que la suya se ha convertido en la llamada que nadie desea recibir. Sin embargo, los convivientes, familiares o relaciones cercanas de cada enfermo de COVID-19 en los dos días antes de presentar síntomas, son localizados y vigilados por el Servei de Salut como la fórmula más eficaz para que la pandemia no se vuelva a extender.

A las personas que localizan se les pide una nueva cuarentena de 14 días y se les llama a diario. En casa, los contactos de un positivo tienen que tomarse dos veces la temperatura al día y, si manifiestan síntomas, llamar a su centro de salud.

Ya controlan a 416 personas en Balears que han tenido relación cercana con los 115 nuevos casos que se han detectado desde el pasado 11 de mayo, cuando los médicos de familia empezaron a solicitar pruebas diagnósticas para todos aquellos que presenten síntomas relacionados con la COVID-19. Aunque también se incluyen los casos detectados a las puertas de un quirófano, ya que se hacen PCR antes de un intervención o los procedentes de las clínicas privadas, que ya han derivado 23 nuevos casos.

Maria Lluïsa Moreno forma, junto con Yolanda Cáceres y la presidenta del Col·legi d’Infermeria, María José Sastre, el equipo coordinador de las rastreadoras de contactos de Balears. Las tres pusieron en marcha un sistema que, el próximo lunes, pasa a los centros de salud y da un paso más en el control y vigilancia de la pandemia.

Durante estos casi veinte días, se han encontrado, sobre todo, colaboración aunque decirle a alguien que ha estado confinado en casa más de un mes y medio, que tiene que volver a hacer una cuarentena de 14 días no es tarea fácil. «Son llamadas delicadas. Nosotras ya llevamos entrenamiento porque hace dos meses que lo hacemos con los sospechos. Se necesita empatía y ser súper respetuosa», explica. «Hasta ahora nadie se ha negado [a seguir las pautas] porque entienden que la salud de muchas personas está en riesgo», añade. Sin embargo, un pequeño porcentaje de contactos sí ha puesto problemas. En estos casos se les avisa de que se pueden tomar las medidas legales oportunas y se notifica a Epidemiología, pero «de momento no ha sido necesario».

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De media, cada día se les notifican unos siete nuevos positivos y en cada paciente ha estado, también de media, en contacto estrecho con tres personas más. «En nuestra vida de hace dos meses teníamos muchas más relaciones. Ahora estamos básicamente con nuestro núcleo familiar aunque ya vemos cómo se va abriendo el círculo», dice Moreno. Cabe recordar que el primer paciente de Baleares, un residente inglés de Marratxí, tuvo contacto con hasta 70 personas, lo que si se compara refleja la poca relación interpersonal que ahora se está dando o el respeto que se hace del distanciamiento social.

Aún así, a esta enfermera le preocupan algunas de las escenas que se han visto en las terrazas de los bares, o que la gente se relaje.

De las 416 personas que están en vigilancia, la gran mayoría son asintomáticas pero hay 38 que han presentado síntomas compatibles con la COVID-19. Siete, un 18 %, se han confirmado como nuevos contagios, de ahí la importancia del sistema de detección y su agilidad. Lo que no se ha visto todavía es el rebrote, temido por los epidemiólogos, entre algún tipo de colectivo o municipio. Es más, ahora ya han empezado a dar altas.

En la fase crítica se hacían unas 700 llamadas diarias

Rastrear es la función que han asumido desde el pasado 11 de mayo, las enfermeras que antes se encargaban de hacer el seguimiento de los casos leves o no confirmados. En la fase aguda de la pandemia llegaron a hacer unas 700 llamadas diarias, algo que tras el confinamiento se rebajó hasta 35 pacientes en seguimiento.

«Cuando vimos que bajaba nosotras mismas dijimos de volver a nuestro trabajo pero nos pidieron llevar el estudio de contactos». Ahora son diez en la central de la Unidad Básica de Salut del Molinar pero el próximo lunes pasarán a ser 150 y estarán repartidos por todos los centros de salud de las islas.