El doctor Tolo Jaume y su madre, Francisca, de la que no se ha separado durante el tiempo que ha permanecido en casa lesionada. Ya se ha recuperado. | Click

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El pasado 6 de febrero, Francisca Roig Alomar, nonagenaria, cortando flores de su jardín para llevar al Cristo de la Sangre y a la Virgen de la Salud, así como para honrar a sus seres queridos en su visita semanal al cementerio de Palma, sufrió un accidente doméstico que afectó a un pequeño hueso de la rótula de su rodilla, denominado «hueso de carga», que la ha obligado a estar prácticamente inmóvil durante más de dos meses, a lo cual ha tenido que sumar el tiempo del confinamiento decretado por el Gobierno al quedar el país en estado de alarma.

La noticia del accidente de Francisca nos llega a través de su hijo, el doctor Tolo Jaume, que fuera director general de Drogodependencias e impulsor de la primera Ley de Drogodependencias de Balears y de la de Antitabaco de España, por lo que recibió la Cruz al Mérito en el Trabajo del Ministerio de Sanidad en 2008.

«Sin duda –nos dice el doctor–, la de mi madre ha sido una historia de superación dentro de la época de confinamiento. Sí, porque debido a su avanzada edad, pues en septiembre cumplirá 94 años, se le diagnosticó vivir lo que le quede de vida en silla de ruedas. Sin embargo, al estar desde hace años conmigo, desde el primer día lo organicé prácticamente todo para ella, empezando por el menú, muy específico, a base de proteínas, calcio, hierro y vitaminas, y siguiendo con una serie de ejercicios tutoriales de rehabilitación on line, lo cual se tradujo en que al cabo de seis semanas de la caída, en los que llevó una férula de yeso exterior, el hueso se había soldando, lo cual se conoce como formación del callo óseo.

«Todo eso –añadió– sin requerir en ningún momento ni a la cirugía ni al ingreso en clínica. Solo tuvo que ir a que le hicieran una placa de Rayos X en todo este tiempo. También contribuyó en su recuperación el que muchas personas amigas de la familia se volcaron, sobre todo a través de redes sociales, para darle ánimos.

Mientras tanto, rezaba por las personas que iban falleciendo a causa del coronavirus, cosa que sigue haciendo a diario, preguntándome cuando se retira a descansar por cuántas personas se llora esta noche en España».

Muy religiosa
Doña Francisca, que el pasado Viernes Santo fue cuando dio los primeros pasos tras el accidente, cosa inaudita en las personas de su edad, es mujer de profundas convicciones religiosas y de asistir a misa diaria, así como del rezo del Santo Rosario, lo que ha hecho en este tiempo a través de la televisión y las redes sociales. Ahora, se han cumplido dos años de la aportación que ella y su hijo hicieron a la iglesia de San Nicolás para la Custodia del Santísimo Sacramento, que se expone semanalmente, todos los viernes.

A través de su hijo, nos ha pedido que, además de agradecer todas las llamadas de aliento, mensajes y oraciones, transmitamos su profundo agradecimiento a los equipos de médicos, enfermeras, auxiliares, celadores y chóferes del Hospital Universitario de Son Espases, así como a toda la plantilla de la Unidad Básica de Atención Primaria de El Terreno-Paseo Marítimo, que la atienden con mucho cariño y profesionalidad desde hace muchos años. Por lo demás, a día de hoy, y dentro del tiempo que le permite la desescalada –mañana y atardeceres– sigue dándose con Tolo unos buenos paseos matutinos y vespertinos que espera poder alargar una vez que termine la situación en la que nos encontramos.

Doña Francisca, con mascarilla, en Vía Roma, en un alto de su paseo matinal

Redescubriendo a su madre
Por otra parte, cuando termine el estado de alarma, nos cuenta el Dr. Jaume, en acción de gracias por el rápido restablecimiento de su madre va a sufragar la restauración de la corona de la Mare de Deu Morta de la iglesia parroquial de San Nicolás, para que vuelva a lucir en su máximo esplendor en la fiesta de la Asunción.

Finalmente, Tolo Jaume señala que poder cuidar de sus mayores, como hizo con su abuela y tía-abuela, ambas centenarias, y como está haciendo ahora con su madre en su propia casa, sin tener que acudir a una residencia ni solicitar ayuda de cuidadores externos, «aparte de haber sido un privilegio y una bendición, me ha dado a conocer una nueva visión de mi madre; sobre todo, en el aspecto espiritual, y conocer también, a través de ella, historias que nunca había contado. Y es que lo que ha ocurrido ha sido, como ya he dicho, algo así como una historia de superación en tiempos difíciles».