En Rosendo Ramón S. L. atienden en la puerta del establecimiento. | Teresa Ayuga

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Siete semanas después de clausurar cualquier tipo de actividad económica dispensable, este lunes, se vieron colas en la calle más allá de la habitual para entrar en el supermercado. Muchos esperaban para comprar en la ferretería pero ¿qué urgencias se resuelven en este tipo de establecimientos? «La cafetera», responden dos de los clientes que esperan turno en la calle Blanquerna. «A mí se me quemó la manivela y ya la necesitaba urgente», confiesa una señora mayor de 65 años que, a pesar de tener prioridad, ocupa su lugar en la fila.

En la Ferretería Colom, en el barrio de Pere Garau, vivieron una cola similar de clientes que esperaban su turno en la calle y en García e Hijo, Virgilio García confesaba que en realidad, «nos lo esperábamos».

En este último local llevaban las dos semanas anteriores haciendo ventas a domicilio y a profesionales. En este tiempo, y también ayer con la venta presencial, «el producto estrella ha sido la pintura, la gente aprovecha para arreglar cosas de su casa», explica García. Además han tenido ventas de moldes de repostería y cerraduras, destaca.

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Si algo le ha llamado la atención en esta fase cero es: «muchas llamadas, más de 300 whatsapp, muchas preguntas... Falta información, incluso nosotros estamos desinformados», asegura. La primera hora de la mañana fue «un auténtico caos» y con el paso del día normalizaron el servicio. Barajan la opción de seguir con el reparto a domicilio porque los clientes «se nos han acostumbrado», dicen. Sin embargo no prevén remontar ni con avalancha. «Es imposible recuperar ni una quinta parte, aunque esto ayude el volumen del gasto de mantener una ferretería es complicado», confiesa. Para Virgilio García el error ha sido de base: «somos un comercio de primera necesidad y no se previó».

Cerrajeros

«Nosotros además somos cerrajeros», explica Juan Carlos Ramón de Rosendo Ramón S. L. Esta circunstancia les ha permitido no cerrar en ningún momento, aunque en general no les compensara. «Hemos tenido que ir a abrir a una lavandería, también reparación de farmacias y hoy (por ayer) ya hemos ido a una comunidad de vecinos», explica. Sin embargo durante el confinamiento, apenas les ha valido la pena levantar la persiana.

«Hemos aprovechado para hacer inventario», confiesa. La reactivación del lunes les ha venido acompañada de nuevos clientes y nuevos servicios. «Se nota que hay más actividad», agradece.