El taxista Xisco Sánchez, en Palma. | Alejandro Sepúlveda

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Xisco Sánchez, de 45 años, se aburre en su taxi. Nunca había pasado tanto tiempo solo en el interior del vehículo. «Ser taxista en tiempos de coronavirus es pasar horas y horas solo, con la luz verde libre. Sin trabajo y parado. No podemos estar circulando mucho porque gastamos gasolina».

Las cajas se han reducido hasta «un 40 y un 60 por ciento» dependiendo del día. Solo en Palma hay unos 1.300 taxis y actualmente trabajan por turnos la mitad de la flota. Xisco tuvo algo de suerte en comparación con algunos compañeros que estuvieron 4 horas parados. Si se mueven pierden dinero. «He llevado a extranjeros al aeropuerto, he ido al hospital y también he acompañado a gente al trabajo», explica.

El cierre de los hoteles ha perjudicado mucho al colectivo. «Nos estamos llevando a los últimos extranjeros de Mallorca». El taxista lleva gel desinfectante, utiliza guantes para conducir como medida de prevención y tiene dificultades para encontrar mascarillas. «A algunos clientes les entra la tos nerviosa cuando entran en el taxi y te da miedo porque te tosen en la espalda», dice Xisco, que pide al Ajuntament de Palma que tome medidas y quite taxis de en medio. «Cuantos menos coches haya más oportunidades habrá de ganar algo de dinero o de trabajar mejor».

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Xisco circula en un Toyota Prius + entre las 06.00 y las 14.00 horas por el centro de Palma. «Es donde se supone que hay más trabajo: plaza de España, Avenidas o plaza de Cort».

El Gobierno decretó el estado de alarma, que regula la limitación al movimiento de los ciudadanos, y supuso un duro golpe para los taxistas. La ciudad se ha vuelto semidesértica. «Desde que estamos en alerta se ha notado mucho. No hay tanta gente en la calle y no cogen el taxi para no encerrarse en un vehículo y exponerse al contagio».

El taxista, que tiene dos hijas, no puede permitirse quedarse en casa. «Mi jefe me ha dicho que me quede, pero económicamente no puedo porque tengo que seguir pagando hipoteca, luz, agua y comida». Xisco se ofrece a acompañar a sanitarios y a gente mayor que lo necesite de forma gratuita. Una pequeña muestra de solidaridad en mitad de la expansión del coronavirus, el archienemigo.