Pintada en Palma contra el alquiler turístico. | P.Lozano

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Una cucaracha enorme en el suelo, ventanas sin cristal, enchufes arrancados y suciedad, mucha suciedad. Este fue el piso en el Arenal que se encontró una turista alemana en julio de 2017 y que no se parecía en nada al que había alquilado por 1.439 euros durante diez días a través de Booking.com. Ahora, la Audiencia Provincial considera que deberá ser indemnizada pero que el engaño no llega a ser una estafa. El tribunal anula la condena de seis meses de cárcel que impuso un juzgado de lo Penal de Palma a los dos administradores de la empresa encargada de gestionar el alquiler. La afectada tendrá que reclamar por la vía civil.

La sentencia admite que hubo un engaño a la cliente que reservó el piso por la web en base a una fotografías que en nada se correspondían a la realidad. Además, cuando acudió a reclamar, la empresa no le dio ninguna solución: ni un nuevo alojamiento. Tuvo que pagar 140 euros por gastos de transporte y de alojamiento del primer día más lo que había adelantado a través de la página de reservas.

La Audiencia admite el recurso de los dos condenados y les absuelve porque considera que no hay prueba suficiente de que conocieran el estado del piso. Los dos socios gestionaban un centenar de pisos turísticos y tenían una empresa que se encargaba de la limpieza y de la gestión. «No puede negarse que el estado de la vivienda era tal que resulta difícil de creer que alguien hubiera entrado a limpiar antes de que se alquilara. Tal falta de profesionalidad debe dar lugar a la consiguiente responsabilidad por parte de la sociedad pero, a falta de datos mayores dicha responsabilidad quedaría reducida al ámbito civil», señala la sentencia.

Situación aislada

Los magistrados valoran que se trata de una situación aislada en esta empresa, «no hay motivos para pensar que quisieran estafar únicamente a la denunciante». La víctima tampoco contactó con ellos directamente ni antes ni después de ver cómo estaba la vivienda, de manera que el tribunal entiende que no hay una prueba directa de que supieran el estado exacto del piso y que, por tanto, tuvieran intención de engañar a la turista con el cuchitril.