Jardín del patio de Fàbrica Ramis. | P. Pellicer

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La desindustrialización de Mallorca ha dejado tras de sí un rastro de edificios vacíos. Pero no son cadáveres: cada vez más, instituciones públicas y emprendedores privados han decidido mutar estas enormes instalaciones en desuso para dotarlas de un nuevo sentido. Y los ejemplos de éxito empiezan a ser numerosos.

Inca cuenta con un importante patrimonio fabril que merece ser puesto en valor, según el profesor de ESADE Joan Ramis-Pujol. Sabe muy bien de lo que habla porque es el responsable de Fàbrica Ramis, colaborador de Connect’Up, un caso de éxito que ha sabido asumir la transformación de antigua industria a un espacio moderno y actual donde se llevan a cabo actividades culturales, empresariales y educativas. Y todo ello con la presencia de la naturaleza que convierte el espacio que antes acogía maquinaria y telares en un diáfano y acogedor loft donde conviven profesionales de la comarca.

Regeneración

«Este coworking era un experimento para la regeneración del tejido empresarial de Inca», señala Joan Ramis. Salas polivalentes que lo mismo acogen exposiciones, que actos políticos, eventos corporativos o conciertos. El restaurante de Marcel Ress dinamiza también estas instalaciones. El objetivo es encontrar múltiples usos que consiguen que unas instalaciones con tanta inversión sean rentables.

«En poco más de un kilómetro a la redonda tenemos ocho o diez fábricas. En el centro de Inca tenemos un Parc Bit urbano», dice Joan Ramis-Pujol. De hecho, a pocos metros está la antigua fábrica de Can Payeras, convertida ahora en una tienda de calzado y en cuyo interior aún se vislumbran su pasado industrial, con altos techos a dos aguas y grandes ventanales.

A pocos metros de Can Ramis se multiplican las opciones. Así, Can Piquero era una antigua fábrica de zapatos «que tiene mucho potencial y y podría tener una gran rehabilitación. Hace poco estuvieron aquí alumnos de la Universitat Politécnica de Catalunya (UPC) con el profesor Tomeu Ramis haciendo una visita. Su rehabilitación es el proyecto del curso de estos estudiantes de Arquitectura».

Por otro lado, la antigua fábrica de Fluxà, en el centro de Inca, construida por Antonio Fluxà Figuerola, cuenta con un incipiente proyecto para su renovación aunque aún no ha trascendido su uso final.

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Aserradero internacional

Muy cerca, en Binissalem, escondido entre sus calles, un antiguo aserradero ahora es punto de encuentro de publicistas y fotógrafos de moda de todo el mundo. Damien Rigó y Kira Ball están al frente de este edificio que ahora se ha convertido en un espacio que muta cada dos por tres. «Nos adaptamos a las necesidades de nuestros clientes. Es un espacio para publicidad, moda, fotografía... Aquí hemos acogido los anuncios y catálogos de H&M, Nivea, L’Oreal, Next...», explican esta pareja de emprendedores.

Los techos altos y los grandes ventanales recuerdan la función pasada pero ahora se ha transformado por completo. «Tiene 1.200 metros cuadrados lo que permite que entren coches. En 2011 llevamos a cabo la rehabilitación y estaba en muy mal estado, tenía todas las ventanas rotas», dice Damien Rigo.

Mientras se observan estos casos de éxito, hay otros que están en camino y que apuntan hacia donde van los nuevos proyectos. En Felanitx, el artista Miquel Barceló se encargará de Es Sindicat, la antigua cooperativa vinícola que tras su reforma se convertirá en una especie de academia de Bellas Artes.

En Alcudia, en Aucanada, la antigua central térmica de Gesa tenía que haber sido el Museo de las Artes y las Ciencias, pero hasta ahora este proyecto frustrado solo ha conseguido que el Consell de Mallorca reactive la reforma del entorno paisajístico.

Atención: No se han detectado etiquetas IPTC.

Can Morató de Pollença, por su parte, prosigue con su proceso gradual de ruina de un edifico que antes fue una fábrica de alfombras. Sa Farinera de Llubí es ahora un casal cultural, y la antigua mina de Lloseta es ahora un casal de joves.

Otro caso en los que hay un proyecto de reutilización y que se espera que empiecen en la próxima legislatura es el de Can Ribas, en la barriada de La Soledat, donde el Ajuntament de Palma ha planeado convertir una antigua fábrica de mantas en un centro dedicado a las artes circenses. Palma ya cuenta con el exitoso precedente de Flassaders, una fábrica de tejidos del siglo XIX que ahora acoge un concurrido centro municipal. Todos son testigo de una desindustrialización que reclama una nueva vida.