Las sospechas de la familia arrancan en el año 1993, cuando fallece el padre. Margarita Vidal, una de las hijas, comprueba que en el libro de familia no consta inscrita la defunción del niño que nació. Años después, cuando comenzaron a aparecer casos de niños robados, junto a su marido, Miquel, indagó más en lo ocurrido. Acudieron al Registro Civil y descubrieron que no aparece inscrita la defunción, aunque sí consta la de la niña. Según explican, en Son Dureta les dijeron a la madre y al padre que se ocuparían de todos los trámites administrativos y de sepultura. La mujer no llegó a ver los cadáveres de los bebés.
Tras la comprobación en el Registro, la familia acudió al cementerio de Palma. De nuevo, allí sí consta el enterramiento del niño, pero no el de la niña. No hay ni rastro de qué ocurrió con el cuerpo. Su mellizo estuvo cinco años sepultado y más tarde se enviaron los restos a un osario. De nuevo a la madre no se le dieron explicaciones del destino de los neonatos ni del lugar de sepultura.
Ese cúmulo de circunstancias hacen sospechar de un posible caso de robo de bebés. «Mi madre lo que quiere es que, si la niña está viva, que sepa que no la abandonó», señala Margarita. El cúmulo de coincidencias oscuras lleva a que la famila reclame una investigación. En la petición están acompañados por la asociación ARDIP.
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