Pedro Soler es el encargado de este horno centenario, situado en las Avenidas, de Palma. | Jaume Morey

TW
7

Lo local siempre triunfa y si es bueno, mejor. En el Forn La Mallorquina son conscientes de ello, por eso llevan más de cien años haciendo productos mallorquines de éxito. Pedro Soler es el encargado del negocio desde hace casi 20 años. Es el cuñado de las propietarias, Vanessa y Lara Cirer, que forman parte de la cuarta generación que regenta este negocio. Soler explicó que «la primera tienda que se abrió fue cerca del Teatre Principal, y se llamaba La Virreina».

Palmactiva sitúa el año de apertura de este establecimiento en el 1914, y fue abierto por Antonia Vila, la primera generación. «Años después se cerró y se abrió la actual tienda, en Avenidas. Eso fue en el año 1918, por lo que este año hacemos cien años», cuenta Soler, quien asegura además que «no hemos cerrado nunca».

Posteriormente, el negocio pasó a manos de su hija, Catalina Vila, y después cayó en manos del nieto de la Fundadora, Joan Cirer. Este hombre lo regentó hasta el año 2008, cuando cogieron el relevo sus hijas Vanessa y Lara, actuales propietarias. Excepto en el lapso de tiempo que fue regentado por Joan Cirer, el negocio ha sido siempre llevado por mujeres.

El encargado cree que el secreto del éxito de La Mallorquina pasa por «intentar no modificar los procesos de elaboración de nuestros productos. Las recetas pasan de generación en generación». Este horno se centra sobre todo en producto mallorquín, y Soler aseguró que «son los productos de siempre: ensaimadas, cocarrois, crespells... sólo hemos añadido algunos pasteles». Lo que más se vende, explica, «es la ensaimada. Los turistas que la compran suelen ser españoles, y prefieren la de cabello de ángel. Los mallorquines, sin embargo, son más de crema quemada o chocolate».

La crisis hizo mucho daño a los pequeños comercios, y la Mallorquina no fue una excepción. Este horno abrió una segunda tienda en el mercado de Joan Crespí en los 90, que pasó a situarse enfrente en 2004, cuando este mercado cerró. Can Pastilla también tiene su local de La Mallorquina, abierto desde el año 2005. Estas aperturas sucedieron un par de años antes de la crisis económica que azotó el país, y el encargado asegura que se han mantenido a flote «gracias a la fidelización de los clientes, que seguían comprando». Pero este horno no sólo fideliza clientes, sino que los empleados que conocen lo que es trabajar allí, se quedan. Soler explicó que «hay pasteleros que, cuando se han jubilado, han traído a sus hijos a trabajar aquí, siguiendo las recetas que ellos utilizaban».

El encargado del establecimiento ve una «muy buena idea» la creación del Catálogo de Comercios Emblemáticos por parte de Cort. Explica que «el estar incluidos nos ayuda por tema de subvenciones, además se hace una buena publicidad». A pesar de eso, lamenta que «de una reunión a otra hay muchos comercios que han tenido que cerrar. Esperemos que no nos pase a nosotros».