Carles Manera. | Pere Bota

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El nombramiento de Carles Manera como presidente del Consell Econòmic i Social ha despertado inquina entre algunos segmentos de la derecha balear. Este organismo fue liquidado por Bauzá por ser «muy caro». Era cinismo. En realidad le molestaba todo lo que hiciese sombra a su mayoría superabsoluta, finiquitado el 2015 tras una reacción electoral nunca vista entonces. Ahora la izquierda ha reconstruido este consejo, de alto valor analítico y de cohesión social, volviendo a contar con las organizaciones empresariales, sentadas junto a las sindicales. Este logro ha molestado.

De momento ha comenzado una campañita en las redes contra Manera, que fue conseller económico del último Govern Antich (2007-2011) y tuvo que lidiar con una crisis económica internacional y feroz, que hizo brecha en la línea de flotación del sector de la construcción e inmobiliario, segunda locomotora de la economía balear hasta entonces. Ahora, algunos políticos del PP, Ciudadanos e incluso el Pi, la han tomado contra Manera. En algún caso con saña. Es la única forma que tienen de orquestar pataletas ante la impotencia de la derecha de poder gobernar. De Manera dicen que fue el causante de la gran crisis iniciada hace una década e incluso le culpan de haber hundido Sa Nostra. Hasta Pericay, de natural manso y cansino, se ha sumado a las críticas, seguramente porque ha visto la oportunidad de sacar la cresta. Como se sabe, la economía balear avanza ahora como un tiro, incluso algo sobrecalentada a causa del alquiler turístico. Difícilmente pueden atacar a los actuales responsables económicos del Govern.

Por eso la emprenden contra Manera. Son acusaciones injustas y, sobre todo, peregrinas y si se apura un poco, hasta cursis. Aquella crisis financiera, que estalló en Estados Unidos y se esparció por todo el planeta, es fruto de la economía especulativa, del pelotazo desmedido, del creerse que la economía es un globo que se calienta con gas monetario y sube y baja al antojo de los que manejan el sistema financiero, generando beneficios fabulosos para unos cuantos pero poniendo en situación de riesgo de pobreza al grueso de las poblaciones del planeta, comenzando por las democracias.

Manera, un keynesiano convencido, era y es, representaba y representa, todo lo contrario. Cuando llegaron a Balears los efectos de aquel desastre, en esencia elitista e insolidario, que provocó un cierre imparable de empresas ligadas directa o indirectamente a la construcción, Manera decidió luchar en favor en el tejido social y productivo balear, miró a las empresas, cada vez más débiles, y a los trabajadores, cada vez más desamparados, y optó por el endeudamiento público. Ahora puede comprobar con orgullo la recuperación, sabedor que que evitó mucho sufrimiento a los desfavorecidos en años tan tremendos como el 2010 o el 2011. Su objetivo fue mantener el estado de bienestar con recursos importantes para hospitales, colegios o servicios sociales mientras la recaudación caía en picado. En épocas de tribulación y desánimo, la deuda ahorra dolor, mucho dolor, y mantiene viva la esperanza. Y cuando regresa el ciclo alto paga lo que debe una sociedad más sólida, cohesionada y solidaria.

Culpar a Manera del hundimiento de Sa Nostra es una injusticia, ya que esta caja de ahorros siguió el mismo camino de otras muchas en toda España. Sus males venían de lejos, de los tiempos de la fiebre inmobiliaria. Culpar a Manera de la crisis económica es mucho más que estupidez. Es impotencia.