Turistas en Palma | M. À. Cañellas

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Lo comentaban los habitantes tradicionales del Casc Antic. Este miércoles, día de Sant Llorenç, el centro de Palma batió todos los récords de afluencia de turistas. Por un lado los cruceristas, por el otro los provinientes de hoteles y pisos alquilados (legales o ilegales). Este miércoles no era día playero: estaba nublado, razón más que poderosa para que muchos visitantes optasen por ver lo mejor de la ciudad en vez de ir a la playa. Entre las doce y la una del mediodía casi no se podía pasar del Pas den Quint hacia la Plaza de Cort (también repleta) por la enorme concentración de turistas. Lo mismo puede decirse de Palau Reial hasta la Seu o en la tradicional ruta Colom-Plaça Major-Sant Miquel. El Born estaba a tope. Ni los más antiguos recordaban una cosa igual. Cuando hace sol mandan las playas. Pero las nubes llaman al Casc Antic o a otros lugares emblemátocos o monumentales de Mallorca, un poco alejados de la costa.

El vicepresident Biel Barceló (que por ciento veranea en Portocolom) lo ha dejado claro: «Esta temporada alta ya no da para más». Y es cierto. Lo del Casc Antic este miércoles era un reflejo de lo que está pasando en toda la isla: las carreteras están saturadas, los núcleos turísticos rebosan clientes hasta límites que rozan el «no cabe un alfiler más» y el deseo por venir a la tranquila y segura Mallorca no para en este enloquecido año de atentados islamistas en tantas otras partes de Europa, Asia y África. La seguridad mallorquina no tiene precio.

Mientras, con los hoteles a tope, el alquiler turístico (a menudo a espaldas de la Conselleria) avanza desbocado. También aumentan los compradores extranjeros de inmuebles mallorquines. Se comenta que el primer alemán ya ha llegado a la Soledat y ha adquirido una de sus tipicas casitas unifamiliares de tipología especial levantadas por obreros en los años treinta, cuando se les permitía construir su propio hogar bajo la supervisión de los arquitectos del Cort republicano. Hasta allí ya llegan los alemanes. El sol les da vida en cualquier parte de Mallorca. También inversores extranjeros ya compran casas hasta en la familiar y tradicional Son Espanyolet para reconvertirlas en alquileres turísticos. Es un no parar, tal vez demasiado desbocado.

Mientras, Son Sant Joan, controlado por Madrid, gana dinero a manos llenas. En total, un cinco por ciento del PIB balear se va a las arcas del Estado central para no volver jamás via impuestos de todo tipo. Es un contrasentido una Mallorca tan saturada de gente que gasta dinero en la isla mientras no hay un céntimo para terminar el Parc de Sa Riera o levantar el boulevard del Passeig Marítim de Palma. Pero lo seguro es que Mallorca es un fortín contra la crisis económica, al menos en pleno verano.