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El Dia de les Illes Balears en el Parlament estrenaba presidenta, Xelo Huertas de Podemos. Y se notó. La escucharon casi todos, desde Francina Armengol a Miquel Ensenyat pasando por Miquel Vidal y Jaume Font. Se notó que Xelo aún está verde en esto de los discursos institucionales porque fue más largo que una cuaresma y más espeso que un concierto de jazz, incluida una enumerada memoria-inventario de las iniciativas, proyectos y preguntas parlamentarias del actual curso. Pero también hubo torpedos. Le reclamó al Govern más iniciativas sociales y la implementación de leyes destinadas a los más desfavorecidos. No se olvidó ni de los desahucios, ni de las personas dependientes, ni de los marginados, ni de las bajas pensiones y salarios. Hubo incluso coñas a los «brotes verdes», famosa frase de Zapatero referida a una recuperación económica que ni llegaba entonces ni acaba de asomar la cabeza ahora. Al final hubo aplausos, pero la procesión iba por dentro de algunos presentes porque de las palabras de Huertas se desprendía que el Consolat necesita más ímpetu y capacidad de iniciativa.

Cuando terminó el acto llegó la sorpresa. Junto al tradicional vino español empezaron a emerger camareros con palanganas de cocarrois, panades, coca de pimientos y doblegats de sobrassada. Era todo un símbolo. Un mensaje para iniciados. Las comilonas institucionales en el Parlament, famosas hace varias legislaturas, se acabaron de raíz cuando llegó la crisis, la austerititis se convirtió en dogma y las instituciones empezaron a cogerle mieditis a la reacción de la calle. En la pasada legislatura apenas se repartía una copa de vino y media docena de almendras, si había suerte en poder pillarlas, Pero con Xelo volvió la ingesta a dos carrillos. Eso sí, elaborada por los esforzados y modélicos muchachos y muchachas de Amadib, la asociación que da apoyo y trabajo a los discapacitados. Fue todo un guiño de Huertas de cómo se deben hacer las cosas. De cómo es posible disfrutar ayudando a los que más lo necesitan. Huertas derrochó mucha más imaginación encargando el refrigerio a Amadib que con su discurso. Los hechos por encima de las palabras. Sin duda debió pesar en su decisión lo que le espetó a Felipe VI en Marivent el pasado verano. Le pidió que suprimiese el ágape de La Almudaina y que destinase el dinero a ayudar a los necesitados o a los comedores sociales.

Entre los presentes había mucha gente del PP, y de diferentes corrientes. Un sonriente Pere Rotger, ya rehabilitado, recordaba sus tiempos de presidente de la Cámara (fue fulminado por Bauzá). Su famosa frase «som el que feim i no el que deim» ha quedado grabada en la memoria del salón de pasos perdidos del Círculo Balear. También estaba el expresident Joan Huguet, otro de los ilustres marginados del PP. Y en una tímida esquina, el actual número uno popular, Miquel Vidal, del que no se separó ni un segundo Antonio Gómez, hasta el año pasado segundo de José Ramón Bauzá, al que no se le vio el pelo. También acudió muy sonriente la expresidenta del Parlament Marga Durán. Pero muy pocos rodriguistas se acercaron al acto institucional. «¿Qué estarán tramando?», se preguntaba más de uno de los presentes.

Los ojos miraban a una expedientada miembro del PP que están en boca de todos estos días. Aina Aguiló se sentía observada. Desde todos los ángulos. No paraba de usar su WhatsApp, como si transmitiese lo que estaba viendo a muchos otros que no estaban allí. Aina se presentó con una vistosa casaca roja y un collar de perlas, como queriendo demostrar que no se esconde de nada. También acudió el exconseller Francesc Fiol, al que muchos comienzan a ver como aspirante a la presidencia del PP-Palma dentro de unos meses.

A Francina Armengol se la veía preocupada, sin duda pensando en la investidura de Pedro Sánchez y en cómo puede quedar la correlación de fuerzas en Madrid (y en Balears). Parecía como si Francina se las ve venir de lejos y prepara las jugadas con tiempo. Ha adelgazado. Es reflexiva hasta la médula, ceñida en su papel institucional. Escuchó con atención las puyas de Xelo.

Otros miembros de la izquierda fueron críticos con el discurso-ladrillo-reivindicativo-social de Huertas. Pero en privado, sin despeinarse. Sin romper la armonía de la jornada. Tienen mucha experiencia a la hora de mantener el rumbo a contracorriente.

Mientras, la calle estaba llena de ciudadanos. El Borne, Antoni Maura, Passeig Sagrera y sus aledaños estaban rebosantes de ciudadanos paseando y disfrutando del soleado mediodía. No había ni banderas, ni símbolos reivindicativos, ni ambiente de sentimiento de país. Pero sí una participación extraordinaria. Alegre, pero sin malestar visible por el expolio fiscal o la discriminatoria financiación autonómica. Si hay cabreo ante el abuso por parte de Madrid, no se nota ni se expresa.. Al fin y al cabo, el comportamiento de los ciudadanos es el reflejo de la actitud de sus dirigentes.