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El que será, a partir de mañana, nuevo obispo de Mallorca, Xavier Salinas (València, 1948), imprimió desde el primer momento un nuevo estilo respecto a su antecesor en el cargo, Jesús Murgui. Acompañado del todavía administrador diocesano, Lluc Riera, el prelado compareció ante los medios de comunicación para dar a conocer sus primeras impresiones de la situación en la que se encuentra la Diócesis. La locuacidad de Salinas contrasta con los silencios –no concedió ninguna entrevista– de Murgui. El nuevo inquilino del Palau Episcopal entiende que la prensa, la radio y la televisión «son las puertas a la sociedad» que él no quiere cerrar.

Salinas no ocultó que la Diócesis de Mallorca «es diferente a la de Tortosa, más pequeña y rural» y se confesó «contento» con su nuevo destino que asumirá el próximo sábado en el transcurso de una ceremonia que congregará a miles de fieles en la Seu. De la situación en la que se encuentra el clero mallorquín dijo que «vive un momento de transformación, como el resto de la Iglesia», añadiendo a continuación que «siempre ha habido tensión entre partidarios de la espiritualidad y el compromiso social, ambos no se tienen que convertir en conceptos cerrados».

Respecto a su papel, el nuevo obispo defendió su intención de «aunar voluntades» de puertas hacia dentro y de «integración y diálogo con la sociedad» de puertas hacia fuera.

Lengua propia y política

«Lo importante de una lengua es hablarla, de esta cuestión no quiero hacer un problema», indicó Xavier Salinas cuando se le preguntó sobre la política lingüística que quiere imprimir en la Diócesis. No obstante, el prelado no dudó en precisar que «el catalán es mi lengua y no me la quitará nadie, despreciarla es despreciar a las personas que la hablan».

A preguntas de los periodistas, Xavier Salinas abordó la relación de la Iglesia con la política, aspecto sobre el que manifestó que, desde su punto de vista, insistió en que «como obispo no puedo vivir al margen de la realidad, por eso quiero contribuir a la reflexión y el diálogo de la sociedad». No obstante quiso dejar claro que «su intención (de la Iglesia) no es ser determinante en materia política».

La expresión de un nuevo talante fue constante en la comparecencia mediática de Salinas, el cual insistió en que «no quiero dejar de comunicarme con la sociedad».

«Más que nunca tenemos que recuperar las aportaciones de la sociedad civil para afrontar la crisis», argumentó Xavier Salinas respecto a la labor que realiza la Iglesia en estos momentos de recesión y su atención a los colectivos más necesitados, toda una declaración de principios de que ocupará la cátedra de la Seu el sábado, una distinción que recibirá de manos del nuncio, Renzo Fratini en el transcurso de una ceremonia que dará comienzo mañana a partir de las 11.30 horas y a la que está previsto que asistan 25 obispos, 350 sacerdotes y miles de fieles que abarrotarán el templo, además de las primeras autoridades de la Comunitat Autònoma.

Salinas es un buen conocedor de la sociedad balear. Entre 1992 y 1997 fue nombrado obispo de Eivissa, período tras el cual se encargó de la Diócesis de Tortosa. Durante un año fue el administrador apostólico de la Diócesis de Lleida, en 2007, etapa en la que tuvo que gestionar el problema de la competencia del patrimonio artístico entre las diócesis de Lleida y de Barbastro-Monzón.

«Vengo a incorporarme a la historia de la Diócesis», dijo a modo de conclusión el nuevo obispo, el cual destacó el clima amable con el que había sido en sus primera horas en Mallorca por parte del clero insular, aunque también quiso dejar constancia de que «soy consciente de las dificultades».