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La parroquia palmesana de San Alonso Rodríguez incorporará, a partir del próximo domingo, una talla del papa Juan XXIII, realizada en madera de tilo por los hermanos José Ángel y Jorge Fernández Benítez. La figura es a escala real. Con ésta serán tres los papas que cuentan con una escultura en los templos palmesanos: Pío X, de horacio de Eguía, en la parroquia de Sant Jaume; Juan Pablo II, en Sant Miquel y, por último, Juan XXIII, obra de los hermanos Aznárez -así firman sus obras en memoria de su padre, también escultor- en San Alonso.

La figura de Juan XXIII, declarado beato, está siendo muy reclamada por una importante sector de la Iglesia mallorquina ya que a pesar de su breve pontificado logró acumular un importante legado, del cual destacan el Concilio Vaticano II, que continuó su sucesor Paulo VI, y las encíclicas Mater et magistra y Pacem in terris .

Aire fresco

El propio Juan XXIII justificó la convocatoria del concilio, en enero de 1959, a los pocos meses de alcanzar el papado, en la necesidad de abrir las ventanas de la Iglesia católica para que entrase aire fresco. De hecho, el llamado 'papa bueno' por muchos logró romper los recelos entre las diversas confesiones cristianas, abriéndose al ecumenismo, y estableció los primeros contactos con el mundo comunistas tras la finalización de la II Guerra Mundial.

Todos estos aspectos han confiormado la imagen de un Juan XXIII con un talante abierto y tolerante, un cambio radical respecto a sus antecesores. De hecho, durante los primeros seis meses de su pontificado salió más veces del Vaticano que Pío XII en diecinueve años, sólo en los cinco años que estuvo al frente de la Iglesia católico realizó 139 salidas, algunas de ellas insólitas para la época como las perroquias romanas, la cárcelos, los orfanatos... todo un cambio radical respecto a los modos de la Santa Sede que se habían mantenido durante siglos.

La parroquia de San Alonso Rodríguez incorpora la figura de Juan XXIII con un claro valor simbólico, tratando de enfatizar el papel de apertura y modernidad, así como de sensibilidad social, que representó en su momento este papa, cuyos valores se consideran vigentes para seguir reivindicándolos.