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«Autorizado regreso. Contentísimo. Abrazos. Félix». Este fue el escueto telegrama que Fèlix Pons Marqués envió a su casa el 8 de diciembre de 1962 y que su hijo Josep Maria todavía recuerda -lo abrió el cuando tenía apenas 14 años- con un punto de emoción. Acababa el confinamiento decretado por el régimen franquista a un grupo de asistentes al llamado 'contubernio' de Munich, una reunión convocada por el llamado Movimiento Europeo que reunió en la ciudad alemana a representantes de la oposición a Franco de dentro y fuera de España. Ha transcurrido 50 años.

El encuentro en Munich tuvo lugar los días 5 y 6 de junio de 1962. De Balears acudieron Fèlix Pons -entonces vicepresidente de Izquierda Democrática, una escisión de la democristiana CEDA- y el menorquín Joan Casals. «Si hubiera esperado unos días en regresar es probable que no lo hubieran confinado, las protestas de Europa frenaron el castigo a los asistentes», señala Josep Maria Pons Irazazábal. Al 'contubernio' -en el que Salvador de Madariaga tuvo un papel protagonista- asisitieron alrededor de 118 representantes políticos de todas las tendencias -con excepción de los comunistas- de los que unos 70 llegaron procedentes de España. Sólo una docena fueron castigados.

«Mi padre siempre se acercó a la política desde una perspectiva cristiana y la familia -mujer y seis hijos- lo vivió como un drama, pero también con dignidad y orgullo», recuerda Josep Maria. El ahora diplomático tuvo que quedar en plena adolescencia «como el hombre de la casa» por encargo de su padre. Su hermano Fèlix, que con los años sería ministro y presidente del Congreso, con 20 años estudiaba Derecho en Barcelona.

«La obsesión de mi padre -abogado y entonces presidente del Banco de Crédito Balear- era que no se cerrase el despacho, aunque el confinamiento no sabíamos cuánto tiempo duraría. Al final fueron seis meses», indica Josep Maria, el cual comenta que «la situación generó el lógico problema económico derivado de la ausencia de mi padre, pero también tuvimos mucha solidaridad. Es cierto que hubo amigos que nos dieron la espalda, pero otros fueron muy valientes».

Transición avanzada

La distancia se superó mediante un cruce epistolar contínuo: «Tengo contabilizadas 192 cartas a mi madre», señala Josep Maria y recuerda que en el mes de agosto se desplazó a Lanzarote para pasar una semanas con su marido.

De las consecuencias de aquel episodio, Josep Maria Pons apunta que «se sentaron parte de las bases de lo que luego sería la Transición: reconciliación, europeismo y un regreso pacífico a la democracia».