Los hermanos de la Calatrava esperaban al Sant Enterrament en las puertas de la iglesia del Socors. Allí, lo sacaron del sarcófago ante la atenta mirada de los asistentes y lo depositaron sobre un lecho. | Jaume Morey

TW
0

Multitudinario y solemne. Estas son las dos palabras que mejor definen la llegada del Sant Enterrament a la iglesia del Socors, así como el posterior entierro. Pasada la medianoche del viernes al sábado, numerosas personas comenzaron a congregarse en la iglesia del Socors; a las 1:30 horas llegaba el Sant Enterrament, donde lo esperaban los hermanos de la cofradía de la Calatrava, que organiza la procesión, lo sacaron del sepulcro y lo llevaron a hombros al altar del templo. Allí lo esperaban las dos vírgenes Dolorosas, así como los 32 estandartes de las cofradías de Ciutat.

El silencio se apoderó de la iglesia del Socors, totalmente abarrotada de personas que querían presenciar uno de los actos más emblemáticos de la Semana Santa. El padre agustino Jesús Miquel, que junto con el conciliario de la cofradía Antoni Cañellas presidía la procesión, fue el encargado del oficio religioso. El padre agustino se centró en los jóvenes, a los que hizo un llamamiento, ya que de ellos depende el futuro. Pese a reconocer la difícil situación, lanzó un mensaje de esperanza y aseguró que se pueden superar los problemas. El mensaje del padre agustino se podía extrapolar tanto al ámbito religioso, como al día a día cotidiano de la sociedad civil.

Golpe seco

El ambiente que se respiraba en la iglesia del socors no podía ser más solemne: silencio total y absoluto, olor a incienso, penitentes con los capirotes puestos... Se acercaba el final de un entierro multitudinario. Dos hermanos de la la cofradía de la Calatrava fueron los encargados de cerrar el ataud con un golpe seco que retumbó en toda la iglesia del Socors. Acto seguido, los penitentes se quitaron los capirotes con la esperanza puesta en la resurrección de Cristo.