Maria Salom, con las sandalias de acudir al trabajo. | J. Torres / M.A. Cañellas

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Velada de estreno en palacio para las autoridades políticas, que en esta legislatura pepera no cumplen con la cuota de paridad con la que aterrizó José Luis Rodríguez Zapatero en la Moncloa. Sólo Maria Salom rompe con el dominio masculino, con ese aire que nos recuerda a una joven Margaret Tatcher.

La de ayer fue una noche en la que cada cual dejó constancia de su estilo, tanto la presidenta del Consell, que necesita urgentemente aumentar su fondo de armario de calzado de verano, como las consortes de las principales autoridades.

Alejandra Marquina, esposa de José Ramón Bauzá, no se deja ver en actos oficiales, pero ayer acompañó a su esposo. Lo hizo con aplomo, a pesar de su escasa experiencia en actos públicos, y con el intento de pasar desapercibida que ya le notamos cuando el president se presentó en olor de multitudes en sa Llonja. Eligió pantalón blanco de pernera ancha, al igual que la duquesa de Lugo, y top verde de seda, un atuendo excesivamente sencillo y sin complicaciones, pero que realzaba su tipazo.

Más barroca, aunque la pulcritud de su vestido blanco no lo pareciera, vistió María José Barceló, la esposa de Mateo Isern. La alcaldesa consorte, que es muy delgada y estaba muy bronceada, escogió un vestido escotado, con espalda al aire y tirantes de dibujos geométricos combinados en negro, que se recogían en la nuca con una gran lazada. En los pies, bonitas sandalias de plataforma, y en la cabeza, un peinado menos voluminoso que en otras ocasiones gracias al recogido lateral.

Tenemos que decir que el florido vestido de Salom, de manga francesa, pedía a gritos unas sandalias más elegantes, mejor en negro, y no las de ante beige que lleva habitualmente al trabajo.

Desde Menorca, con un LBD (little black dress en le lenguaje de la moda), el socorrido vestidito negro que nunca desentona, llegó Begoña Saborido, esposa de Santiago Tadeo, presidente del Consell de la isla. Combinado con peep toe también en negro, acertó.


A la hora del besamanos, por suerte no hubo sorpresas con las reverencias, que fueron discretas. ¡Menudo alivio!