Imagen del portaaeronaves 'Bataan' atracado en el Dique del Oeste esta semana. | Michel's

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La Sexta Flota vuelve a Palma. Durante la última semana dos grandes unidades de la Marina de los Estados Unidos han visitado el puerto de Palma, tras un largo paréntesis. El célebre portaaviones nuclear USS Enterprise (CVN-65) y el gran portaaeronaves USS Bataan (LHD.-5) se han sucedido en la bahía y en el puerto, aportando un movimiento de unos ocho mil marinos.

Durante 2010 se registraron 15 visitas de la US Navy, la mayoría a cargo de mercantes contratados como auxiliares para el transporte de armamento. El único buque significativo fue el Mount Whitney, que ejerce como insignia de la flota. Años atrás, entre las décadas de los 60 y los 80 la presencia de portaaviones anclados frente a la Catedral era un hecho habitual.

Una relación que se inició allá por 1950, cinco años después de concluir la II Guerra Mundial. Eran los vencedores y su presencia sustituyó desde entonces a las escuadras navales de las potencias europeas, habituales en la bahía hasta los años 30. En 1972 se registraron 110 visitas, batiéndose el récord absoluto. Entonces atracaban en el Dique del Oeste, ocupando la primera y la segunda alineación. Su imagen, con hasta cinco o seis navíos abarloados y de noche, con guirnaldas de luces era constante. El bar del Dique del Oeste, entonces abierto a la ciudad, era su punto de encuentro junto con un chiringuito ambulante que servía perritos calientes y Coca Cola frente al cual hacían cola los marines. También los tugurios del barrio chino y algunos locales de Gomila y Cala Major, se llenaban hasta la bandera. Algunos adoptaron nombres yanquis, como Cow Boy, Rodeo, Texas Jack o Winston.

En la actualidad todo es diferente. La visita del Enterprise fue sorpresiva, casi sin avisar, antes todo el mundo estaba enterado. Los marinos son profesionales y de ambos sexos, buscan la discreción y poseen su propia carpa en el Dique del Oeste, a salvo de miradas ajenas al ser de acceso exclusivo, donde pueden comer y relajarse antes salir del puerto. Se han contratado hasta 20 autocares. Pero van en pequeños grupos y han sustituido su presencia casi exclusiva en la ciudad por un estilo de ocio más turístico en zonas como Magaluf o la Platja de Palma.

Consigna de silencio

La seguridad impera sobre cualquier otra consideración y las visitas públicas o de prensa ya no son bienvenidas como antes. Tampoco la información prevalece por los canales habituales. Hay una consigna de silencio. Nada es igual desde el 11-S. Al tratarse de un país aliado, la Sexta Flota ha demostrado su talante amistoso colaborando una vez más en trabajos de mantenimiento en la casa museo del Frai Juníper Serra en Petra. Eso debe ser lo único que no ha cambiado, aparte de que los buques no pagan atraque.

Con el aumento del tráfico en el Dique del Oeste y la falta de espacio disponible, junto a la reducción de flota con el fin de la Guerra Fría, las visitas fueron espaciándose cada vez más. La competencia de Tarragona, al ofrecer una concesión en el puerto, la polémica levantada por las organizaciones ecologistas ante la presencia de buques propulsados por reactores nucleares y el enfriamiento en las relaciones diplomáticas durante los últimos años, complicaron estas visitas. Ahora, con una mejor sintonía diplomática entre la Administración estadounidense y el Gobierno español, se está recuperando buena parte de aquella amistad, nacida a mediados de los años 50 y sellada entre Franco y Eisenhower en 1959, por conveniencia mutua de asistencia ante la rivalidad soviética. Ahora las amenazas son distintas, el enemigo es casi invisible e imprevisible y nunca se sabe donde está el peligro como antes, aunque fuera en clave submarina, bajo la hoz y el martillo. En todo caso estamos ante el inicio de una nueva etapa en las relaciones hispano americanas, en la cual Mallorca tendrá de nuevo un protagonismo de primera línea.