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Rodeada de periódicos, postales, revistas y coleccionables, Antonia Mulet Oliver ha trabajado durante 25 años en su quiosco, situado en la plaza de la Reina, uno de los más conocidos y concurridos de Palma.
Con 63 años le ha tocado retirarse «a la fuerza» ya que los propietarios del local donde tiene ubicado su negocio han decidido venderlo y no renovarle el alquiler por otros tres años más, como ella esperaba. «Es una pena porque me quedan dos años para jubilarme y soy autónoma», señala Antonia resignada mientras atiende la larga cola de clientes. «Aquí no paramos en todo el día, abro a las siete de la mañana, cierro a las ocho de la tarde y siempre hay gente: clientes habituales y muchos extranjeros que quieren postales o indicaciones para ir a la catedral, puede que lo haya explicado un millón de veces, vamos, que si me pagaran, sería rica». Debe tener razón porque «chapurrea» lo suficiente para hacerse entender por turistas ingleses, alemanes o italianos. «Tengo un master en esto de los idiomas, es el día a día», dice.
Clientes
Lo que peor lleva Antonia es contar a sus clientes «de toda la vida» que mañana echa el cierre. Muchos no se le creen, otros le dicen que el barrio no va a ser igual. Una vecina nos cuenta que compraba el periódico allí todos los días desde joven para su abuelo y su padre y, ahora, para ella y su marido. Algunos, incluso, se enfadan, como una funcionaria del Govern que lleva 12 años recogiendo los periódicos para la Conselleria de Presidència. Y es que la prensa que se lee en el Parlament y muchas de las consellerias son del quiosco Reina. «He estado buscando otro local por la zona pero me piden 3.000 euros cuando yo pagaba aquí algo más de 2.000 euros ¡Pero tú sabes cuántos periódicos tengo que vender para costear ese alquiler!», asegura escandalizada.
Antonia venderá mañana su último periódico con mucha pena, pero con el cariño de sus clientes y vecinos. Ahora toca mirar expectante a su nueva vida «mucho más tranquila» en la que va a dejar que su familia «la cuide» por una vez. «Cambiamos de ciclo, los jóvenes ya no compran periódicos. El negocio está muriendo pero también lo están dejando morir, es una pena. Eso sí, si me hubieran dejado, yo habría seguido aquí hasta que el cuerpo me dijera basta», nos dice sonriente al despedirnos.