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ifícil de realizar las cuatro rutas y el entrerutas de Tapalma en una sola noche. La del viernes, junto a la de anoche, fueron las más concurridas. Comenzamos nuestro particular recorrido a las nueve de la noche, en el Bar Cristal de la plaça de Espanya, donde pedimos las dos tapas presentadas: hojaldre agridulce y frito mallorquín, acompañándolas de un vino blanco. Total: 5.20 euros. Bastante escasas, por lo que no las consideramos ni pincho. De allí nos vamos al centro de los Geranios, donde descubrimos una cola, de unas quince personas, en el Basmati.

La gran mayoría carga con el arroz y el pollo con mango, ambos deliciosos. Otros 5.20 euros por cabeza. Sin movernos más de cinco metros pedimos dos tapas más en el restaurante La Cuchara, donde las camareras van algo perdidas entre tanto bullicio. Continuamos en la Ruta 3 de Tapalma hasta llegar al Más Natural, donde comemos una abundante tartaleta salada de espinacas y queso fundido. Por el camino se observan grupos y parejas callejeando con el mapa de Tapalma en mano y decidiendo cuál puede ser el próximo bar o local donde probar un pincho o tapa. Un ambiente animado y de «buen rollo» convirtiéndose en una improvisada gimcana, donde algunos, muy pocos, llevaban el Tapasaporte, para votar «Mi tapa favorita». Sin darnos cuenta nos adentramos, pasadas las diez y media, en la Ruta 2 (centro) y nuestra primera y frustrada parada es el Bar España. A través de las vidrieras vemos la barra vacía de tapas. La sensación fue de que habían arrasado con todas las tapas, la gente esperaba ávida de más pequeños bocados culinarios vaso de cerveza o zurito en mano. Nuestro próximo y fracasado intento fue el Bar Boya, donde entramos por una puerta y salimos por la otra en cuestión de diez segundo:, las bases de madera vacías y el camarero asegurando a unos impacientes clientes que en diez minutos sacarían algo.

En Noodlebar disfrutamos del sabor de unas minúsculas propuestas, tan pequeñas como deliciosas. Buñuelo tai y gyoza de pollo y verduras. Con tanto vino y poco sólido en nuestro cuerpo comenzamos a desear un buen bocadillo de serrano, pero llegamos hasta el bar Santa Eulalia, donde rozan las doce de la noche. Nos dicen que ya no marchan más tapas. Lástima, la noche la cerramos con hambre y algo borrachos. Pero eso sí, volveremos mañana, tras haber gastado 56 euros por cabeza.

Julián Aguirre
Fotos: Cristian Castro