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Si alguna mañana de la última semana ha pasado por la Plaça Major de Palma, seguro que los ha visto y se ha quedado un rato observando lo que hacían.

Son lo último en lo referente a estatuas humanas y, como además de originales, lo hacen muy bien, a nadie le extraña que se lleven la palma en cuanto a público.

Esta pareja de cubanos colonialistas cubiertos de barro por completo, y que por ello tienen en la lluvia a su peor enemigo, está compuesta por Yammy, cubana, de La Habana y Maurice, holandés de un pueblo próximo a la frontera con Alemania.

 Ella formaba parte del Ballet Folclórico Nacional, «y aproveché para quedarme en España en el transcurso de una gira que estuvimos haciendo por Europa. En Cuba nos declaran traidores y no nos permiten entrar en el país durante seis años. Pero ese tiempo ha pasado y he podido volver por un período de 21 días». Y ha viajado a Cuba con él. «El país que he visto es muy triste. La gente se ríe, pero es triste», señala Maurice.

 Pesa al embargo, y a que la gente se va, «el cubano de Cuba, que puede que no tenga mucho para comer, siempre tiene ganas de reír -dice Yammy-. Y en cuanto cubanos de la Revolución, sólo quedan en Oriente; en La Habana ya no creen tanto en ella. ¿Que quién manda en Cuba...? -sonríe-. Fidel, ¿quién sino? Él sigue mandando.

 Por último, asegura que «cuando el actual régimen desaparezca, Cuba se va a llenar de cubanos que están fuera».
Maurice, por su parte, antes de conocer a Yammy, y dedicarse a ser estatua humana, trabajó como animador en cadenas hoteleras, lo que le permitió conocer mucho mundo, «que si lo conozco no es a través de buenos hoteles -matiza-, sino de los hoteles de ellos, estando con ellos y haciendo las cosas que hacen ellos».

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