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La entrada en servicio del carril bici por las Avingudes es un claro ejemplo de los modos que practica el Ajuntament de Palma bajo el mandato de la alcaldesa, Aina Calvo. Sin ningún tipo de debate social previo, y en un ambiente ciudadano ya crispado por las molestias que producen las obras del Plan E, el gobierno municipal está imponiendo un modelo de transporte "la bicicleta" a costa de colapsar las principales vías de comunicación de la ciudad, generando una animadversión entre conductores y ciclistas que va en contra del razonable clima de convivencia que debe presidir las relaciones entre los usuarios de la vía pública. El error no está en ampliar la red de carriles bici "una iniciativa loable", la cuestión está en la idoneidad de los trazados, en la excesiva proliferación injustificada de los mismos y cómo éstos entorpecen "y eso que todavía no se ha alcanzado el ritmo habitual que imponen las entradas y salidas de los colegios" el tráfico rodado. Palma quiere carriles bici para pasear "preferentemente cerca del mar" pero no un medio de transporte que perjudique a automovilistas, que ven cómo se estrechan los viales y se eliminan plazas de aparcamiento, y a los peatones, que se sienten inseguros en las aceras, compartidas ahora con veloces ciclistas, ante la pasividad de la Policía Local.

Calvo debería ser, en todo caso, más valiente y si de verdad quiere reducir el tráfico debe poner en práctica otras medidas "como la peatonalización de calles" y asumir, eso sí, el coste político que conllevaría en lugar de, como hace ahora, dedicarse a generar una dinámica de bloqueo constante de las principales arterias de Palma.

La alcaldesa está perdiendo jirones de su popularidad a costa de una iniciativa poco meditada y que le está generando un considerable rechazo ciudadano del que su partido, el PSOE, puede acabar siendo su principal víctima en una futura confrontación electoral.