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Se dice que después de la tormenta llega la calma y supongo que tarde o temprano es así, pero ayer, sólo 24 horas después del atentado de ETA que se llevó la vida de los dos jóvenes guardias civiles en Palmanova, aún se percibía que algo grave había pasado.

«Everybody is down». Todo el mundo está bajo, decían Robert y Morvren, un matrimonio escocés emocionado tras los cinco minutos de silencio guardados frente al Hotel Palmanova, que se encuentra junto al cuartel de la Guardia Civil donde ETA había colocado la segunda bomba.

Silencio
El pequeño homenaje fue muy sentido por los allí presentes, que el día antes vivieron una experiencia que no olvidarán en mucho tiempo: «Ayer fue un día muy difícil para nosotros», recuerda Morvren con los ojos aún bañados en lágrimas y con los restos del coche a unos pocos metros. Tanto este matrimonio como sus compañeros de viaje, Jaqueline y Michael, reconocen que aún están «un poco paranoicos» y que les da miedo cuando ven un coche que aparca cerca del hotel.

Respecto a la actuación por parte de los responsables de la Policía y de los hoteles y apartamentos que tuvieron que ser desalojados tras la explosión de la primera bomba, ninguno de los turistas consultados ayer tuvo queja alguna del trato recibido y eso que tuvieron que estar más de cinco horas fuera de las zonas de riesgo con apenas lo que llevaban puesto en el momento en que saltó la alarma.

Volver a nacer
El director del Hotel Palmanova, aún visiblemente conmocionado por los hechos, asegura que «nacimos ayer» a la vez que se acordaba de lo «comprensivos y ordenados» que han sido sus clientes durante estas últimas horas. «En parte gracias a la actuación de los cuerpos de seguridad y es de agradecer», finaliza.

Felicia González vive desde hace cuarenta años en el séptimo piso del número 12 de Miquel dels Sants Oliver, que da justo al cuartel donde estalló la bomba controlada. Felicia, que asegura no haber podido parar de llorar en toda la noche "y aún lo hace" no puede olvidar el momento en que todo el edificio fue desalojado, «cuando no sabíamos qué pasaba», y ha dormido en casa de una amiga porque muchos cristales de sus ventanas han quedado rotos en pedazos. Aunque lo que más lamenta esta mujer es la muerte de los dos chicos, «me acuerdo de uno, Carlos, que era muy majo y que me ayudó una vez a entrar en casa».

Ya en la zona donde explotó la bomba que terminó con la vida de Diego y Carlos, que aún podría haber matado a más gente de haber estallado en otro lugar u otro momento, se encuentran varios agentes preparando la carretera para volver a abrirla al tráfico. Justo ahí se encuentra el matrimonio inglés Ledger y su amiga Janet, que portan un ramo de flores para dejar en el lugar del atentado: «Estamos muy tristes pero no podemos dejar que los terroristas ganen, venimos cada año a los Mirlos "situados frente a la cuesta que lleva al cuartel" y lo seguiremos haciendo», afirman.

A los apartamentos Playas de Ca's Saboners ya ha vuelto la normalidad y al igual que en la playa de Palmanova se ve a mucha gente en la piscina tomando el sol. La empleada Claudia recuerda la confusión que sintió en el momento del estallido y cómo «no me di cuenta de lo que había pasado hasta que vi que cogían un cuerpo». El Ca's Saboners es quizá el bloque habitado más cercano al cuartel y, tal y como recuerdan las empleadas Rebeca y Xisca, vivieron momentos tensos cuando todos los clientes intentaron salir a la calle y la policía les mandó entrar deprisa. «Actuaron muy bien», coinciden ambas.