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Las últimas cifras del paro en Balears no son esperanzadoras, el leve descenso de 2.629 personas se antoja ridículo ante la magnitud de la masa global de desempleados: 64.160, una cifra que quedará desbordada cuando concluya la temporada turística. El análisis sectorial vuelve a reflejar que el sector de la construcción sigue expulsando trabajadores a pesar de los planes de inversión estatal en los municipios, los cuales sólo logran amortiguar lo que es un auténtico desplome de la actividad.

Desde el Centre de Recerca Econòmica, su director, Antoni Riera, ha mostrado su preocupación por unas tasas de paro que pueden acabar siendo estructurales en Balears si no se acomete una profunda reforma del mercado laboral, en la misma línea que defiende el gobernador del Banco de España, Miguel Àngel Fernández Ordóñez. El tema, evidentemente, es delicado y precisa de un amplio debate previo antes de modificar el actual marco de relaciones laborales en España. Lo que resulta indiscutible es que ni a corto ni a medio plazo es previsible, tampoco deseable, un incremento de la actividad económica en nuestro país que sea capaz de absorber tanta mano de obra poco cualificada y vinculada a la construcción.

Las tasas de paro es probable que sigan cayendo durante los próximos meses, pero se mantiene el peligro de que cuando llegue el otoño se alcancen cifras inasumibles desde el punto de vista social y las mismas arcas públicas. Demorar, por tanto, el debate no parece que sea la actitud más inteligente en estos momentos si, de verdad, se quieren adoptar medidas que eviten que el desempleo acaba convirtiéndose en un mal crónico de nuestra economía y un lastre financiero para el país.