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Honduras ha sido el primer país latinoamericano en sufrir un golpe de Estado en las dos últimas décadas, los militares controlan a los nuevos dirigentes encabezados por Roberto Micheletti que sustituye al expulsado Manuel Zelaya. Toda la comunidad internacional ha condenado la acción y se ha negado a reconocer al nuevo Gobierno hondureño, medida con la que se pretende presionar para que se restituya la normalidad democrática.

En esta ocasión llama la atención el rechazo inmediato de la Administración norteamericana a la 'sustitución' de Zelaya provocada por la intervención militar. Obama, en esta ocasión, ha roto con una inveterada tradición de 'no injerencia' en los asuntos internos tras una asonada militar en Latinoamérica. Desde España, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, también se ha ofrecido para mediar en este conflicto para lograr el retorno del presidente constitucional a Honduras, tarea en la que se le quiere dar el máximo protagonismo a la Organización de Estados Americanos (OEA).

La contundencia en la respuesta al golpe en Honduras tiene un valor emblemático; del resultado final puede depender que no reprenda la mecha que durante décadas recorrió la mayoría de los países iberoamericanos en los que el poder militar sometía al poder civil. Ésta es la gran prueba que deben superar las grandes organizaciones internacionales y los países europeos, entre ellos España, con mayor capacidad de influencia en la zona. Manuel Zelaya debe regresar a la presidencia de Honduras, los cambios deben ser siempre refrendados por las urnas. Los militares deben ser vacunados contra el golpismo, aunque sea en Honduras.