Una imagen inédita. Los excursionistas preparan el material para abordar el descenso a sa Fosca.

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Antes del 24 de julio de 1964 nadie había logrado explorar sa Fosca -el barranco en el que se encaja el torrente de es Gorg Blau, con una dificultad 6 (la máxima) y una longitud total de 6'5 kilómetros- hasta que tres jóvenes excursionistas, Matías Oliver, Tomás Suárez y Bernardí Morey, se adentraron en lo desconocido y tras dos días lograron salir de aquel auténtico laberinto de grietas, pasadizos estrechos, paredes verticales, sifones, corrientes de agua y 400 metros en total oscuridad. Los tres fueron los primeros en acabar los mitos y leyendas que rodeaban aquella zona hasta entonces inexplorada.

La hazaña tuvo un enorme mérito si se tiene en cuenta que el material empleado era de lo más rudimentario: 40 metros de cuerda, dos botes neumáticos y una linterna eléctrica con la pila medio gastada. Los exploradores llevaban bañador y sólo un jersey como prenda de abrigo. A pesar de la gesta lograda, no lo volvieron a intentar.

Matías Oliver fue el promotor de la idea, aunque reconoce que 'a la mayoría de los miembros de la colla excursionista de Saint-Exupéry, a la que pertenecía, no les dejaron'. Finalmente Tomás Suárez y Bernardí Morey 'se sumaron a la expedición, porque era preciso que descendiéramos, como mínimo, tres personas'.

La exploración del torrente de es Gorg Blau, cuando se adentra en el barranco de sa Fosca, supuso una auténtica aventura, como recuerda Matías, porque 'en aquellos tiempos el material era muy rudimentario. Nosotros -dice- usamos dos cuerdas, dos pequeñas lanchas neumáticas y dos linternas, de las que una quedó inutilizada porque se le fundió la bombilla; nuestra indumentaria consistía en un bañador, alpargatas y jersey por si hacía frío por la noche en el interior de barranco'.

Si el material para la excursión era rudimentario, las provisiones eran mínimas, consistentes 'en unos pocos frutos secos y algo de leche condensada porque pensábamos que no estaríamos dos días en el interior del barranco. El segundo día sólo nos quedaba un limón para comer los tres', comenta Matías Oliver.

En aquellas 48 horas en el interior de sa Fosca hubo dos momentos de máxima dificultad y, también, de cierta preocupación, aunque 'ninguno de los tres tuvimos momentos de desánimos o de pánico, sobre todo porque nos dábamos cuenta de que estábamos descendiendo mucho', relata Matías. 'El primero de esos momentos -prosigue- fue cuando nos encontramos frente a una pared vertical de roca y bajo nosotros un talud que no sabíamos la profundidad que tenía. Fue Bernardí quien bajó primero en rapel más de 20 metros y después los hicimos nosotros. El segundo fue el tramo final de barranco, que está en total oscuridad y sólo disponíamos de una linterna y además, estábamos totalmente mojados'.

Tras finalizar el recorrido, comenta, 'con la ropa destrozada y mojados nos dirigimos a un restaurante de Escorca donde tranquilamente nos tomamos un café con leche y unas ensaimadas, sin ser conscientes de que ya se había organizado una expedición para acudir a nuestro rescate. Antes, en el camino nos encontramos a un hombre que hacía carbón y le contamos de donde veníamos; lógicamente, no nos creyó'.

A. Jiménez

Foto: S. Amengual