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El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, ha expuesto, en un trascendental discurso pronunciado en El Cairo ante numerosos representantes del mundo islámico, las nuevas bases de las relaciones de los Estados Unidos con los países árabes. La intervención, calificada de 'histórica' por los analistas, pone de manifiesto la voluntad de un cambio radical en la actitud americana respecto a la 'era Bush'.

Las palabras de Obama adquieren, además de por su contenido, una especial trascendencia por el foro elegido para dar a conocer el nuevo marco de las relaciones que se quieren mantener con una zona, Oriente Medio, en el que el papel de Estados Unidos siempre ha estado lastrado por su apoyo directo a Israel. A partir de ahora se quiere romper con esta dinámica, de hecho cabe destacar la determinación con la que el presidente americano defendió "ante los árabes" el derecho de Palestina a tener su propio Estado y la condena a la actitud del Gobierno judío en su política de hostilidad al pueblo palestino.

Barack Obama ha sido valiente y directo en su discurso "al margen del anecdótico anacronismo entre el califato de Córdoba y la Inquisición", actitud poco común en los dirigentes políticos a la hora de abordar temas espinosos o delicados. Diversos países árabes no han ocultado su escepticismo respecto a la nueva era de las relaciones con Estados Unidos hasta que se materialicen las promesas de su presidente, auténtica prueba de fuego para la credibilidad internacional de Obama.

Es razonable esta cautela, pero ello no debe servir de excusa para ocultar el verdadero valor que significa que Obama exprese su voluntad política de apaciguar el avispero de Oriente Medio. Vale la pena intentarlo.