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Presentado a bombo y platillo el Libro Blanco del Turisme de les Illes Balears, en el que se plasman los diferentes caminos para seguir siendo líderes hasta el 2020, lo contradictorio es ver la reacción real de las administraciones de las Islas sobre lo que para ellos representa o es el turismo. Una cosa es la teoría, en la que somos líderes indiscutibles, y otra, por desgracia, la ceguera política para mejorar la competitividad de municipios e infraestructuras, que parece que es generalizada, pese a lo que uno vea en ferias y foros locales, nacionales o internacionales. Parece como si en Balears todo se centrara en ver cómo queda el plan de renovación integral de la Platja de Palma, cuya plasmación está por ver, tal y como están evolucionando los acontecimientos, porque a la hora de la verdad cuando hay que demostrar que sí se apuesta por nuestra principal industria y motor de la economía, la respuesta y reacción política no deja duda alguna de que se pasa olímpicamente. La Agrupació de Cadenes Hoteleres, que preside Aurelio Vázquez, ha dado en el clavo con su última denuncia, en la que se muestra sorprendida y extrañada ante la «nula sensibilidad turística» de los ayuntamientos de Balears a la hora de presentarse a la línea de ayudas del Fondo Financiero del Estado para la Modernización de Infraestructuras Turísticas (Fomit), ya que únicamente han optado a las mismas tres consistorios (Sant Josep de Sa Talaia, Sant Llorenç des Cardassar y Ciutadella). La pasividad mostrada por las administraciones locales es como la prueba del algodón. Luego pasa lo que pasa.