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La clara desestabilización interna de Unió Mallorquina ha acabado provocando la necesidad de un congreso extraordinario, una situación que evidencia el grado de tensión que se vivía en el seno de esta formación política nacionalista, basica para asegurar la gobernabilidad en las principales instituciones de Balears.

En las últimas semanas ya no era posible ocultar la serias discrepancias que mantenía la cúpula de UM, las cuales constataban que las diferencias que debió solventar el congreso de diciembre de 2007, hace apenas un año y medio, no quedaron resueltas. El tránsito de la larga y hegemónica presidencia de UM a cargo de Maria Antònia Munar a la de Miquel Nadal está plagado de desencuentros personales, intrigas y errores políticos que han desembocado en un ambiente irrespirable en el seno del propio partido.

La opción de convocar un congreso extraordinario no era a priori la mejor para el partido y para la estabilidad de las instituciones. Debería haberse hecho un mayor esfuerzo para resolver los problemas sin tener que acudir a las urnas. Sin olvidar que hasta que se celebre el congreso se abre un período de interinidad que puede afectar a la gestión de los departamentos en manos de UM.

En los próximos meses deberán despejarse numerosas incógnitas sobre qué equipo y qué lider elegirá su militancia para salir de este marasmo en el que se encuentra el partido, que tiene una larga trayectoria política y que, con habilidad, ha logrado filtrar en las instituciones de las Islas buena parte de su ideario. Ahora da la sensación que todo este patrimonio está en peligro y que, por tanto, se hace preciso reiniciar la nueva etapa con otras premisas, desde la serenidad y la responsabilidad. Los dirigentes de UM deben ser conscientes de la delicada situación económica en la que está inmersa Balears y del importante papel que juega UM en la gobernabilidad de importantes instituciones de las Islas.